En la Capilla Sixtina, tras el escrutinio que llevó a la elección del nuevo papa, el elegido se queda en su sitio. Nadie puede acercarse a él.

 

El último de los cardenales diáconos llama al aula de la elección al secretario del Colegio de los Cardenales y al maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias.

 

Las puertas cerradas de la Capilla se abren. Es entonces que el cardenal decano Angelo Sodano, en nombre de todo el Colegio de los electores, pide el consentimiento del elegido con las siguientes palabras: ¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice? Y, una vez recibido el consentimiento, le pregunta: ¿Cómo quieres ser llamado?. Se habla que esto ya está ocurriendo en estos momentos en ciudad del Vaticano

 

Entonces el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario y teniendo como testigos a dos Ceremonieros que serán llamados en aquel momento, levanta acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha tomado.

 

Después de la aceptación, el elegido que ya haya recibido la ordenación episcopal, es inmediatamente obispo de la Iglesia romana, verdadero Papa y cabeza del Colegio Episcopal, y adquiere de hecho la plena y suprema potestad sobre la iglesia católica universal y puede ejercerla.

 

En cambio, si el elegido no tiene el carácter episcopal, será ordenado obispo inmediatamente.