El ambiente cambió. Publicaciones como The Economist o Time vuelven a levantar el nombre de México. En la prensa nacional sólo se discuten las posibles reformas, incluso algunos casos de corrupción como en CFE. Sin embargo, hasta ahora, hay pocas reacciones públicas de los grupos afectados.

 

Excepto por el lamentable incidente del 1 de diciembre, que sigue sin resolverse, los nombramientos, acciones e iniciativas, dejan a los muertos, las balas y los abusos (sin desaparecer) pero en segundo plano. Regresa una sensación de movimiento que nunca se vio en el periodo panista.

 

El discurso oficial es moderado y propositivo. Hasta ahora, no acusan ni a ex funcionarios, ni a empresarios o a actores políticos. Parecen buscar acuerdos más que culpables. Las propuestas son lo que muchos empresarios, analistas, políticos y ciudadanos han esperado desde hace años.

 

Pero, llevamos sólo unos días de gobierno y poca respuesta se ha visto de los grupos afectados aunque no está ausente.

 

Allende las posturas anti-Peña de los grupos que se manifestaron el 1D, los que más fuerte reaccionaron a las posibles reformas son los calderonistas. El PAN, que juró que sería una oposición responsable, retoma sus tradicionales actitudes viscerales. Cordero, presidente del Senado, no firmó el pacto y la semana pasada reventó la sesión. En tono burlón impide cualquier acuerdo. No toleran que los priistas propongan lo que ellos no pudieron instrumentar.

 

En la misma tónica, la señora Wallace, alfil panista en la sociedad civil, amenaza con boicotear el pacto si no se le invita. Su posición amenazante contrasta con posturas más moderadas de verdaderas activistas como Maite Azuela o María Elena Morera. Se entiende que el pacto tiene que permear a la sociedad pero no lo descalifican de antemano.

 

Por otro lado, con el mismo origen, la lamentable crisis del 1D comienza a usarse como herramienta para desacreditar a los nuevos operadores de seguridad pública federal y local. Los elementos despedidos de Plataforma México acusan de desmantelamiento al nuevo secretario. Los antiguos mandos están incómodos con los cambios y con la reducción de su presupuesto y su perfil.

 

Curiosamente, el resto de los grupos (sindicatos, televisoras, empresas de telecomunicaciones, proveedores de gobierno, estados, municipios) no se han pronunciado. Antes, daban gritos o pedían amparos de inmediato. Se me ocurren tres posibles explicaciones.

 

Primero, hay un trabajo político aparentemente bien hecho, que ha contenido la ofensiva de dichos grupos. Esto incluye la relevancia de propuestas de cambio institucional más que de venganza contra los actores: destaca el caso de la reforma educativa donde se busca un servicio docente de carrera más que encarcelar a la lideresa del sindicato. Pero, los calderonistas (que no necesariamente los panistas) no parecen beneficiarse de ello, tal vez sólo buscan protección o agenda.

 

Segundo, es posible que los grupos afectados estén más dispuestos a aprobar reformas tras el agotamiento que generó la falta de arbitraje del gobierno anterior. Durante seis años pelearon todos entre sí y contra el gobierno. Además, en ciertos sectores, la presión social por un cambio ha elevado el costo político de no cambiar.

 

Tercero, algunos grupos preparan una lucha frontal a partir de enero.

 

Seguramente hay una combinación de las tres, según el sector afectado. Es muy pronto para saberlo. La agenda es más ambiciosa de lo esperado. Veremos hasta dónde logran contener, negociar y reformar para aprovechar el famoso momento.