Carlos Monsiváis me lo dijo, repetía una y otra vez Consuelo Sáizar cuando hablaba de su proyecto de construir espacios para las bibliotecas personales de célebres figuras mexicanas de las letras, Consuelo, si logras eso será una hazaña cultural en el siglo XXI.

 

Y mientras caminamos entre cascajo y piedras, con el acompañamiento de cinceles y serruchos, entre trabes sin colocar, tablones y costales de cemento, Consuelo, convertida en ingeniera, arquitecta, alarife y urbanista dice:

 

-Debemos quitarle la penuria a la inversión cultural; impedir la pauperización de la cultura, eso también me lo decía Carlos.

 

Y en el nombre de Carlos y del hijo y del Espíritu Santo fue posible adaptar “La ciudad de los libros y la imagen” dentro del ambicioso proyecto, hoy revisado con lupa por Rafael Tovar y de Teresa, quien vuelve al Conaculta designado ahora por el presidente Enrique Peña Nieto.

 

En los últimos meses de la gestión cultural de la señora Sáizar sus plácidas oficinas de Chimalistac fueron visitadas cada vez menos. El frenesí de la construcción de la ciudad de letras, como también la urgencia de construir la otra ciudad, la del cine, la fueron alejando. Los recorridos por las obras, la supervisión paso a paso, la manía suya por el detalle, las regañinas a los incumplidos, la supervisión de todo a toda hora le llevaban el tiempo.

 

Consuelo hizo dos ciudades. Ciudades donde viven ideas, no donde habitan personas. Libros y películas.

 

 

“Porque nada de lo que sucede en el mundo del cine nos debe ser ajeno y con la convicción de que los mexicanos debemos seguir contando nuestras historias a través de la pantalla grande”, decía en su proyecto de alojamiento cinematográfico.

 

Caminamos por la Ciudadela. Del rescate anterior, la obra de Abraham Zabludovsky quedan las estructuras mayores, la techumbre. Ahora viene la conversión de los demás espacios en obras modernas, con dobles pisos, pasillos de cristal; iluminación indirecta, mesas diseñadas especialmente, libreros de fina madera, volúmenes empastados.

 

Esta es la zona de José Luis Martínez.

 

–Mira, tenía todo, guardaba todo; todo lo leía. Mira.

 

Veo la colección de la revista “Ja-Ja” junto al suplemento de Fernando Benítez y el Sábado de Huberto Bátiz.

 

-Estamos digitalizando todo con el único freno de los derechos de autor. Mira, ¿te acuerdas?

 

Consuelo me extiende un libro de la colección Archivo del Fondo de Cultura Económica, oportunamente puesto en sus manos por uno de sus colaboradores. Lo escribí yo hace más de treinta y cinco años. “Aquí estás, en la biblioteca de José Luis. ¿Qué te parece?

 

-Me parece una ociosidad de Martínez, le digo.

 

-“Dedícaselo”

 

-¿Para qué?, nunca lo leyó ni lo va a leer ahora.

 

-No importa. Escribo: “A J.L.M post mortem y “ad vitam”. No se me ocurre otra cosa.

 

El mismo ayudante aparece de pronto con otro libro en la mano. Esto ya en la maravillosa biblioteca de Antonio Castro Leal.

 

-“Mira, la joya de la corona de Castro Leal…”

 

Y me muestra una primera edición de “Ulises” firmada por Joyce. ¡Coño!, el Santo Grial de las letras inglesas, irlandesas, universales.

 

-¡Y todo esto se iba a perder!, se iba a ir al extranjero, ¿te das cuenta?

 

Me doy cuenta y no voy a comenzar de cuenta chiles ni de cuenta libros.

 

-Pero me van a golpear, ¿verdad? ¿Tú crees que me van a golpear?

 

-Pues a lo mejor, pero no importa. Lo hecho, hecho está. Hoy pienso, y lo faltante, faltante quedó.

 

Recuerdo aquella tarde de la caminata, la visita de la familia de don Antonio; el frenesí de la obra. No puedo evitar la asociación con la otra Ciudad en proyecto, la de Elba Esther (la de la Innovación). Cosas del urbanismo cultural, ni modo.

 

Y leo apenas hace poco:

 

–Los dos sexenios anteriores fui sólo espectador de lo que ocurría en el CNCA. Pero sé que durante el primer sexenio panista se construyó la mega-biblioteca, y durante el segundo, la llamada ciudad de los libros y que se efectuó la remodelación de la Cineteca, entre otras acciones.

 

“No tengo detalles aún de cuál es la utilidad social de esas obras y, sobre todo, si están terminadas. Necesito saber si ya hay recursos para concluirlas, y lo más importante, si existen recursos para su operación, así como un modelo de administración útil”.

 

Eso lo dice Rafael Tovar y de Teresa. En mis oídos los ecos de Sáizar:

 

-¿Me van a golpear, verdad, me van a golpear?