Descargar apps gratuitas tiene un atractivo indiscutible. Pero gratis puede ser un concepto relativo ya que podemos estar corriendo riesgos en la seguridad y privacidad. Estas aplicaciones normalmente nos hacen la vida más fácil, aunque la funcionalidad de los dispositivos facilita a redes de publicidad la capacidad de recoger información sobre nuestras actividades, desconociendo nosotros con quién y cómo se comparte la información personal. Cuando instalamos una aplicación aparece una lista de permisos, y a menudo casi nadie entiende lo que se está acordando ni para qué se está dando exactamente el consentimiento.

 

Un reciente e interesante estudio de Juniper Networks señala que muchas de las aplicaciones que descargamos, sobre todo las relacionadas con las categorías de casinos, juegos y carreras, recopilan información o solicitan permisos que no son necesarios para las funcionalidades descritas. Además, resultan curiosos los resultados que se obtuvieron al analizar 1.7 millones de apps en Google Play (desde marzo de 2011 hasta septiembre de 2012), que señalan que las aplicaciones gratuitas acceden a la información personal, como la posición del teléfono y libreta de direcciones, con mucha más frecuencia que las de pago. Por ejemplo, 24% de las apps gratuitas tienen acceso a la localización del usuario, frente a 6% de las de pago; 6.7% de las gratuitas pueden acceder a la libreta de direcciones, frente a 2.1% de las de pago; y 5.53% de las apps gratuitas pueden accesar a la cámara, por 2.1% de las de pago.

 

Normalmente asumimos que las aplicaciones gratuitas recopilan información para servir anuncios de redes de anunciantes. Y aunque esta afirmación es cierta en la mayor parte de los casos, el estudio exhibe que menos de 9% de las apps gratis muestran anuncios de las cinco principales redes publicitarias, por lo que entonces cabe preguntarnos para quién y para qué recolectan esa información.

 

Verdaderamente preocupante es la capacidad de estas apps de iniciar llamadas clandestinas, enviar SMS y utilizar la cámara del dispositivo con nuestro permiso (por haber instalado la aplicación), pero obviamente sin saberlo. De esta manera, se puede iniciar una llamada de teléfono para escuchar las conversaciones ambientales de un dispositivo móvil. De la misma manera, el acceso a la cámara del celular podría permitir a alguien obtener el video de la zona donde el dispositivo está presente. Incluso, el envío de SMS puede ser un medio para desviar la información sensible desde un dispositivo. Esta situación tiene repercusiones monetarias pues se cobra una tasa por la comunicación realizada, sin haberla hecho nosotros realmente.

 

Por ello, es necesario pedir a los desarrolladores de la industria de las apps que relacionen los permisos con la funcionalidad real de la aplicación. También que se diferencie mejor el tipo de permisos, pues no es lo mismo iniciar una llamada para escuchar conversaciones ambientales del tipo que he descrito anteriormente que una aplicación de la categoría financiera que nos permita dentro de la misma aplicación una llamada a una sucursal, por ejemplo.

 

Sería realmente aceptado por los usuarios que se comunicara de una manera concisa lo que realmente está ocurriendo en su dispositivo. Ello podría ayudar a que se asumiera de una manera más natural el intercambio de información. Además, el valor de la aplicación puede valer la pena. Sin embargo, muchos usuarios no saben que este seguimiento en silencio está ocurriendo. En un sentido más estratégico, es mejor una buena comunicación que una lista de permisos, pues al fin y al cabo, aceptaríamos algo de exposición si aceptamos utilizar aplicaciones gratuitas.

 

Investigadora del Proyecto Internet, Cátedra de Comunicaciones Digitales Estratégicas, Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México 

 

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