En la tradición mexicana, la memoria de los fieles difuntos nos da un sentido de identidad y arraigo a nuestra cultura. La celebración de la muerte, paradójicamente, nos recuerda el placer de vivir ante la inminencia de la muerte.

 

La figura de La Catrina, ese esqueleto elegante de traviesa sonrisa, es el símbolo con el que se identifica esta tradición mexicana en cualquier rincón del mundo. Aunque su origen está en un grabado de José Guadalupe Posada, fue Diego Rivera quien le dio, literalmente, cuerpo a este personaje que remite a una de nuestras celebraciones más importantes y que hoy cumple sus primeros 100 años de existencia. Esta es su historia.

 

Su primera aparición (el busto de una calavera adornada con un enorme sombrero) data de una hoja volante de la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo de 1913. El grabado de Posada acompañaba un poema que hacía burla a las mujeres mexicanas humildes que se emperifollaban para aparentar ser gente de la alta sociedad.

 

El encabezado del texto que acompañó al célebre personaje rezaba: Remate de Calaveras Alegres y Sandungueras. “Las que hoy son empolvadas garbanceras, pararán en deformes calaveras”.

 

Por la intención que había tenido Posada con esa ilustración, el dibujo fue primero conocido como La Calavera Garbancera.

 

Posada murió el 20 de enero de 1913. Por ello, se infiere que, aunque la primera publicación de La Catrina ocurriría ese año, la calaca del sombrero emplumado debió haber sido creada cerca del Día de Muertos anterior al deceso del grabador, es decir, en 1912.

 

Luego de ese dibujo, Posada continuó haciendo grabados donde representaba la vida y las actitudes sociales del pueblo mexicano con calaveras vestidas de gala, en fiesta de barrios, en calles urbanas, en las casas de los ricos. Dibujó también calaveras montadas a caballo o en bicicleta, con las que señalaba las lacras, miserias y errores políticos del país.

 

En 1946, Diego Rivera realizó su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (que actualmente puede admirarse en el Museo Mural Diego Rivera). Al centro, aparece el propio pintor junto al personaje de Posada, al que el artista añadiría los elementos restantes: el esqueleto del cuerpo forrado en un traje blanco de gala al estilo clásico de la aristocracia del siglo XIX, que hace juego con su sombrero y su bufanda de plumas. Surge así La Catrina, tal como la conocemos hoy en día.

 

 

La Catrina. José Guadalupe Posada