En un país con discapacidad de asombro —sólo en los últimos seís años hemos tenido dos secretarios de gobierno muertos en accidentes aéreos, matanzas de indocumentados, centenares de torsos abandonados en carreteras, y una medalla olímpica de oro en fútbol— resulta increíble que una película levante reacciones tan polarizadas como inquisitorias.

 

Aparentemente, la función de Post Tenebras Lux en Cannes estuvo repleta de abucheos y walkouts, aspectos suculentos que la prensa mexicana decidió explotar en aparatosas notas. El decomiso de diez cajas de mezcal y los abucheos parecían más importantes que el premio al mejor director otorgado a Reygadas. Después de todo, estamos en un país donde el autosabotaje se entiende como un modo de vida.

En México, existen bastantes detractores del realizador. Y su cine no hace más que alimentar la ira de éstos, película por película: la mojigatería nacional indiganda por la fellatio inicial de Batalla en el cielo, el supuesto plagio tarkovskyano de Japón, la calca de Dreyer en Luz Silenciosa. ¿O pudiera ser la franqueza con la que el director se expresa la razón de su ira?

 

Reygadas no le teme al cánon, y desacredita sin compasión alguna: “los critícos de la nouvelle vague eran unos payasos”, “Hitchcok fue un director irrelevante”, “tal película es una basura”, etcétera.

Estamos ante un provocador nato, un enfant terrible mexicano del siglo XXI, si acaso el único de nuestra época y probablemente uno de los pocos que el país ha producido. Desde Tequila de Ruben Gámez, ningún cineasta nacional había tenido el talento para producir imágenes tan bellas y contundentes como las que Reygadas crea.

 

Post Tenebras Lux tiene una bellísima secuencia inicial: en ella, un niña de unos tres años (Ruth, la hija del realizador) camina desorientada por el bello paisaje tepoztecomientras una manada de toros y perros la rodea. Una tormenta se avecina, la niña parece desamparada ante la inmensidad del lugar, de la situación. Oscurece. La imagen es preciosista, devastadora. Desoladora secuencia que funciona igual como alegoría y presagio de nuestra condición actual. En la entrevista que F y yo realizamos para elfanzine.tv, le cuestionamos sobre la visión pesimista del film:

 

No es pesimista, pretendo ser realista… Vivimos tiempos oscuros. En la película no deja de verse la belleza de la existencia incluso en los momentos oscuros. Y por otro lado, lo que para mucha gente es pesimismo, para mí es mera tranqulidad. El pesimismo en ciertas ocasiones da esperanza, hay gente que está viendo la verdad”.

Durante todo la entrevista, Reygadas no pudo ocultar su apasionamiento. Es evidente que la situación actual le preocupa. Ésta se refleja en su cinta, aunque no de manera explícita.Post Tenebras Lux rehuye del panfleto en todo momento. Nos dice sin decirnos, nos advierte con sigilo y denuncia con prudencia. Sobre el papel del artista en México ante la problemática actual, Reygadas opina: “No pienso que el artista, ni el creador tenga una obligación per se de denuncia. Trato de no hacer propaganda, eso hay que dejárselo a los partidos políticos”.

 

La condición mexicana —la heterogeneidad, el carácter violento y festivo del mexicano— persiste en su nueva película. Después del descanso poético que significó Luz silenciosa, es indudable el impacto que Este es mi reino  ha tenido en su filmografía. Reygadas vuelve a palpar la gran paradoja nacional, valiéndose nuevamente de métodos documentales: una  fiesta cumbianchera en Tepoztlán y una reunión high class en ¿las lomas? Si un cineasta quiere capturar esa bipolaridad nacional, tiene cierta lógica que el acogimiento de sus películas sea igual de radical.

 

El estreno está programado para noviembre y no puedo esperar a las jugosas conversaciones que suscitará. Ya en la función de prensa pude ver rostros de incertidumbre y a un crítico condechi que dormitaba. (Para tratar de evitarlo se compró unas palomitas de maíz, luego abandonó la sala.) La irracionalidad del film pudiese ser uno de los motivos. Si tratamos de deconstuir la cinta, podemos tardarnos horas y el ejercicio podría volverse frustrante. Las elecciones del director son intuitivas en la mayoría de los casos: sería presuntuoso tratar de interpretar y explicar todas las escenas, cuando muchas de éstas parecen provenir de un pellizco visceral.

No esperemos respuestas sencillas. Mejor dicho, ni siquiera las esperemos. Al igual que en el cine de Gámez, en Post Tenebras Lux, las imágenes hablan por sí solas, por más contradictorias que parezcan: una orgía en el sur de Francia, unos niños jugando rugby, el diablo saliendo de una habitación, una pareja y sus hijos en Tepoztlán. Esta serie de viñetas sólo podrían encontrar cabida en una bella pesadilla como a la que nos enfrentamos, fotografiada con maestría por Alexis Zabé y dirigida por un obsesivo e impulsivo director.

 

La respuesta nos remite inmediatamente a Hecho en México, un documental estrenado semanas atrás, oda a la mexicaneidad, a la diversidad, pero observada desde el chovinismo más alarmante. Post Tenebras Lux parece ser una apresurada respuesta a ese mal que parece aquejarnos: la negación de nuestro estado actual. Sí los productores de Hecho en México nos invitan a celebrar con júbilo nuestra condición, Reygadas trata de combatir eso que Octavio Paz tan bien expresaba: “la indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida”.

 

Yo siento que ahora tenemos un deber absoluto de ver lo que está pasando en nuestro país con los ojos bien abiertos. Yo pienso que mucho de lo que nos ocurre se debe a cien años de hablar sobre nuestro nacionalismo. Los supuestos optimistas son los verdaderos pesimistas”.

* Esta nota es colaboración de El Fanzine.tv | @lfanzine