El 5 de julio de 2012, el gobierno argentino prohibió la compra de dólares con la intención de pesificar su economía. Y es que desde octubre de 2011, la presidenta de este país, Cristina Fernández había implementado diversas medidas restrictivas de compra-venta de la moneda estadunidense aunque aun permitía su uso para transacciones que se relacionaran con inmuebles, automóviles y demás bienes. Sin embargo esto también ha sido prohibido.

 

Los argentinos, acostumbrados a comprar dólares para ahorrar, han hecho que este país sea el segundo en el mundo, sólo después de Rusia, con mayor circulación en dólares, con un promedio de mil 300 dólares por habitante. La llamada obsesión argentina por los dólares, se debe aseguran especialistas, a un problema cultural que nace de las sucesivas crisis económicas y devaluaciones que ha sufrido el peso argentino así como a la creciente inflación.

 

A comienzos de los noventa, Argentina venía de una enorme crisis económica, con elevados niveles de inflación y una enorme pérdida de confianza en el sistema financiero. Bajo el gobierno de Carlos Menem, a partir de 1989, las autoridades económicas decidieron establecer un régimen de acuerdo monetario que establecía la paridad dólar con el peso argentino.

 

Así, el dólar se convirtió en una divisa circulante con la que se podía hacer prácticamente cualquier tipo de transacción, grande o pequeña. La pérdida de la confianza en la moneda, agudizada por la devaluación y la grave crisis del 2001, que dejó a los argentinos sin poder sacar incluso sus ahorros del banco, provocó que la gente adquiriera el hábito de guardar dólares, literalmente, “bajo el colchón”, porque les daba mayor certidumbre que guardar pesos argentinos en el banco.

 

La medida, sin embargo, ha molestado principalmente a la clase media que incluso han buscado refugio en cajas de ahorro en Uruguay, en donde calcula que el 20% del total de las cajas de seguridad está en manos argentinas. Y en algunas ciudades, como Colonia, se ha agotado el espacio en los bancos.

 

Incluso Férnandez ha tratado de poner el ejemplo, pesificando la cuenta de tres millones de dolares que tenía en una cuenta a plazo fijo en una entidad privada depositándolos en el Banco Nación como parte de su política de incentivar el uso del peso, pero aunque el Banco Central siga asegurando que es una medida en beneficio de la economía nacional, el mayor reto del gobierno será demostrar y lograr que la población adquiera confianza en su propia moneda. Todo esto ante el imparable crecimiento del mercado negro de dólares.

 

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