Conforme se acerca el cambio de administración, una de las frases más empleadas por quienes integran los gobiernos entrante y saliente es “reformas estructurales”. Lo mencionan futuros coordinadores parlamentarios como Manlio Fabio Beltrones, o que quieren serlo, como Ernesto Cordero; el candidato que obtuvo más votos en la elección, Enrique Peña, y el presidente Felipe Calderón; los organismos empresariales y la oposición. Ante las menciones constantes, conviene preguntarse, ¿qué es una reforma estructural?

 

Puede definirse como reforma estructural a una modificación de fondo a las formas tradicionales de producción o creación de riqueza en una economía. En nuestros días, éstas se refieren a un cambio en las leyes laborales, a la modificación del régimen legal de Pemex para permitir la participación privada en su operación, o el cambio en la forma en que el gobierno recauda impuestos, básicamente, para aumentar sus ingresos.

 

Mencionadas desde hace, al menos, 12 años como la condición para mejorar el desempeño de la economía mexicana, que ha crecido 1.3% según Standard&Poors, estas reformas han sido impulsadas por el gobierno y rechazadas por la oposición. En el marco de la alternancia a raíz de las elecciones del 1 de julio, una futura fuerza de oposición está a favor de ellas y un eventual gobierno también, lo que supondría que buena parte del camino para llegar a ellas está avanzado.

 

Sin embargo, es necesario hacer una acotación, señala Fausto Hernández, director de la división de Economía del Centro de Investigación en Docencia Económica (CIDE), ya que esos cambios en materia fiscal, laboral y energético, no son verdaderas reformas ni tampoco van a modificar la estructura económica.

 

“Lo primero que se tiene que demostrar es por qué son reformas estructurales. Todos los economistas saben que México no está creciendo y la pregunta original debe ser por qué no crecemos”.

 

Señala el economista que es fundamental el diagnóstico de por qué sucede eso porque si se habla de cambios estructurales cualquier reforma que se proponga tiene que superar el problema de por qué México no crece lo suficiente. “Después viene otra pregunta. ¿La reforma fiscal, que le llaman estructural, va a solucionar ese problema? La respuesta es no, claro que no. La reforma fiscal, per se, es para que el gobierno siga haciendo lo mismo porque no le alcanza con sus ingresos actuales. Es un contrasentido brutal, con esto no quiero decir que no sea necesaria sino que primero tienes que saber qué reforma necesitas y la fiscal es un medio para alcanzar ese objetivo, pero la fiscal per se, como objetivo, no sirve para nada”.

 

Autor, junto con Arturo Antón y Santiago Levy, del estudio The end of informality in Mexico? Fiscal reform for univeral social insurance (¿El fin de la informalidad en México? Reforma fiscal para la seguridad social universal), publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo, Hernández Trillo señala que los análisis muestran que México tiene un problema de baja productividad que puede explicarse en la alta informalidad. Ante el discurso de que las reformas serán la solución a los problemas de la economía dice que es necesario preguntar si la reforma energética, por ejemplo, va a hacer que se incremente la productividad, o si hará desaparecer al comercio informal.

 

“Es cierto que abarata un insumo o abrirá la inversión en ese sector, pero no sabemos si eso se va a diseminar, a cambiar la estructura de toda la economía. No se puede dar un no rotundo, pero hasta el momento no se ha visto un solo estudio ni del gobierno, ni de los académicos, la sociedad civil o el Congreso, que digan que eso sucedería. Moraleja, la sociedad está cansada de reformas, ha habido muchas, es mentira que no haya habido reformas y muchas sí son estructurales”.

 

Estos cambios son la reforma comercial que se emprendió a partir de 1986, con el ingreso de México al GATT, la reducción de los impuestos a la exportación, con lo que se cambió la política de sustitución de importaciones que proponía producir en el país todos los bienes de consumo necesarios.

 

También, a partir de los 80, se entró en un proceso generalizado de desregulación, aunque en las mediciones de competitividad de los organismos internacionales el país está en los sitios 50-60, se cambió, por ejemplo, la ley de inversión extranjera que redujo sustancialmente las áreas en las que sólo se permite la inversión estatal para abrir los ferocarriles, las telecomunicaciones, los bancos, entre otros.

 

Otra, de las más dramáticas, fue la privatización de empresas paraestatales, que desterró la predominancia del sector público en la economía y pasó a la iniciativa privada la producción de fertilizantes, conductores eléctricos, telecomunicaciones, bicicletas, y todas las áreas en las que el gobierno incursionó, al grado de pasar de mil 100 empresas propiedad del Estado a 272.

 

“Se han hecho grandes reformas y el punto es que la productividad sigue siendo negativa, no estamos atacando el verdadero problema y la pregunta es si con la energética no volveremos a decir, dentro de 10 años, por qué seguimos sin crecer. Un sector puede detonar, es cierto, pero estoy pensando en la economía en general”.

 

¿Serán la panacea las llamadas reformas? Con la experiencia a la vista, el investigador hace una anotación: en otras sociedades, estas transformaciones se hacen a partir de un estudio, lo que se denomina libro blanco, sobre el que discuten sociedad, académicos, partidos, legisladores, etcétera. En este caso, no hay un documento sobre el cual partir, por lo que es necesario, primero, hacer el diagnóstico para entonces determinar si las reformas estructurales llevarán a una verdadera transformación o son sólo cambios superficiales.

 

 

Ejemplos de un cambio:

 

  • De 1982 a 1988 se liquidaron y extinguieron 294 empresas públicas; 72 se fusionaron; 25 transferencias y 155 se vendieron al sector privado o al social.
  • Los bancos privatizados en 1982 se vendieron a partir de 1990.
  • Los 18 bancos se vendieron a precios que fluctuaban entre 2 y 2.5 y 5 veces su valor en libros, se obtuvieron casi 38 mil millones de pesos (casi 10 mil millones de dólares).
  • Por Telmex se pagaron 4 mil 240 millones de dólaresPor la privatización de Ferrocarriles se obtuvieron 2 mil millones de dólares (en el sexenio de Ernesto Zedillo).
  •  Por los aeropuertos se recibieron 450 millones de dólares.
  • La apertura comercial tiene una de sus expresiones más significativas en el TLC. Un dato ilustra su importancia: en 1994 la exportaciones de México eran de 44 mil 195 millones de dólares; en 2010 alcanzaron 256 mil 679 millones de dólares.
  • De acuerdo con el estudio Lecciones del TLCAN para América Latina, citado por Jaime Serra, sin el Tratado las exportaciones mexicanas hubieran sido 50% menores y la inversión extranjera directa hacia México hubiera sido 40% menor.