Ciudad del Vaticano. El director general de la “banca vaticana”, Paolo Cipriani, defendió hoy la transparencia de ese instituto financiero en el cual, dijo, se respetan precisos controles anti lavado de dinero y no existen cuentas cifradas o anónimas.

 

En un histórico encuentro con un grupo de periodistas, que por primera vez pudieron acceder a la sede del Instituto para las Obras de Religión (IOR) dentro del territorio vaticano, el dirigente explicó la operación interna y las reglas que norman al organismo.

 

En el pasado, reconoció ante unos 55 comunicadores seleccionados,  existía un cierto “velo de oscuridad” sobre el IOR, pero aclaró que “finalmente se está trabajando en un camino por la transparencia”.

 

Ubicado en el Torreón Nicolás V, sede de la antigua cárcel de los Estados Pontificios, actualmente opera como una institución financiera dedicada específicamente a sostener las labores de la Iglesia católica en el mundo.

 

Por lo tanto, como precisó Cipriani, no puede ser comparada con una banca tradicional. Su objetivo principal no es obtener dividendos, aunque efectivamente los logra, sino ayudar a los entes e instituciones eclesiásticos a gestionar de manera conveniente sus bienes.

 

Con un capital de seis mil millones de euros (siete mil 600 millones de dólares), gestiona unas 33 mil cuentas correspondientes a unos 25 mil sujetos: congregaciones religiosas, diócesis, nunciaturas apostólicas, ministerios vaticanos, conferencias episcopales y seminarios, entre otros.

 

Según el último balance de la Santa Sede disponible, durante el año 2010 el IOR obtuvo ganancias por 50 millones de euros (62.1 millones de dólares) que puso a disposición del papa Benedicto XVI para su utilización.

 

Compuesto por 112 empleados, de los cuales seis son dirigentes, cada día el Instituto administra y gira recursos provenientes de 150 países en los cinco continentes.

 

Aunque el 77.3 por ciento de los usuarios de sus servicios residen en Europa, opera también en África (6.3 por ciento), en Sudamérica (4.1), en América del Norte (2.3), en Asia (2.5) y Oceanía (0.2). Además del 7.3 por ciento de clientes del Vaticano.

 

“Es oportuno desmentir algunos lugares comunes: en el instituto no existen cuentas cifradas, sólo religiosos o personas ligadas a entes eclesiásticos pueden tener relación con el mismo y en los últimos tiempos no se verificaron grandes migraciones de capitales”, indicó Cipriani.

 

El director se refirió así a la información manejada por la prensa en los últimos meses, según la cual en el IOR existirían cuentas de políticos italianos o por el mismo habrían circulado recursos provenientes de la mafia.

 

Al respecto descartó esa posibilidad porque, dijo, cualquier transferencia cuyo monto supera los 10 mil euros (12 mil dólares) es bloqueada, verificada y comunicada a la Autoridad de Información Financiera (AIF), el organismo creado en 2010 por el papa para controlar posible lavado de dinero en cuentas vaticanas.

 

“Hemos implementado controles muy duros, especialmente en el renglón de transferencia de fondos. Además directamente no tenemos relaciones con bancas de los llamados ‘paraísos fiscales’ y todas nuestras bonificaciones las regimos por el sistema swift”, indicó.

 

“Nuestros sistemas imponen ofrecer información muy específica, todo movimiento deja su huella digital, por lo tanto ninguna transferencia se puede esconder, por eso es totalmente falso que el IOR no quiere dar información sobre sus cuentas”, apuntó.