En su despacho –ubicado en el edificio de la SCJN en el Centro Histórico de la Ciudad de México, espacioso y amueblado con un estilo clásico, en el cual conviven la madera y los sillones de piel negra–, la ministro Margarita Luna Ramos atiende la entrevista con 24 HORAS y explica que también le habría gustado aprender a tocar la guitarra, pero tampoco tenía habilidad para hacerlo.

 

Una suave música clásica, acompaña la entrevista.

 

La ministro se acomoda en uno de los sillones, ataviada con un sobrio traje azul marino y, algo que la caracteriza en su vestir: una mascada que cae coqueta sobre uno de sus hombros. Perlas, de tamaño discreto, complementan su atuendo.

 

Recuerda la ilusión de sus padres para que sus cinco hijos tuvieran una carrera profesional y ver colgados en la sala los títulos, “cuando joven, ni siquiera pasaba por mi mente la idea de ser abogada, yo quería ser doctora; nada más que fue lo que en ese momento la vida me ofreció y pues la idea era hacer algo. Claro, hoy no me cambio por nadie”.

 

Y es que, explica, aunque no sabía realmente el trabajo que se hace en el Poder Judicial “la verdad es que a mí me fascinó, creo que sin darme cuenta fue agarrar verdaderamente mi vocación, y lo disfruto, no hay cosa verdaderamente más importante que en esta vida hagamos lo que nos gusta”, explica con vehemencia.

 

Como ministro, Luna Ramos cree firmemente en su trabajo.

 

“El mayor honor que puede tener un abogado mexicano es ser parte del máximo tribunal del país. Resolvemos los asuntos más delicados y lo hacemos con la profunda convicción de que el análisis de estos asuntos debe ser basados en el conocimiento pleno, en la mejor interpretación de la Constitución, de la ley, en el conocimiento pleno de la jurisprudencia aplicable, y con la convicción de que lo que externamos en el momento de discutir un asunto, es lo que de acuerdo a nuestro conocimiento del asunto y del Derecho, debemos emitir”.

 

Durante su desempeño, Luna a sido cuestionada por algunas de sus decisiones, como en el caso de la interrupción legal del embarazo, que primero voto en un sentido de la reglamentación del DF y después en el asunto de Baja California, fue en otro.

 

“Creo que es algo que en realidad se malinterpretó, nunca cambié mi voto. Yo lo único que dije es que tratándose de una situación como en el Distrito Federal, despenalizar una conducta no era una situación de inconstitucionalidad, porque en la Constitución no hay ningún artículo que nos diga qué debe institucionalizarse como delito y qué no” .

 

En cambio, explica, las legislaturas de los estados evalúan cuál es el valor que le van a dar a este tipo de normas y por lo tanto determinan que, si su sociedad es tradicionalista, pues aquí vamos a penalizar esto o vamos a bajarle la pena a esto lo cual no riñe con la Constitución.

 

“Bueno, esto fue precisamente lo que dije en San Luis Potosí y Baja California, la evaluación de la situación social, política, determinaron que debía protegerse la vida a partir del momento de la concepción; ¿contra qué está riñendo la Constitución? pues contra nada.  Si ellos consideran que lo que está en su Constitución estatal es correcto, es una norma de libre configuración”.

 

Por estas decisiones, Margarita Luna es considerada como “conservadora”, calificativo que ella rechaza como algo “mediático”.

 

“Creo que la evolución de los criterios, cuando son acordes a las circunstancias del caso que estamos analizando, cuando son acordes a nuestra Constitución, a nuestro sistema jurídico, ¿por qué no pensar en un criterio vanguardista? No me opongo a ello, pero también creo que se deben respetar aquellos criterios que, desde el punto de vista llamado tradicional, deben de ser conservadores, cuando el caso así lo amerite”.

 

Y no considera frustrante cuando el sentido de su voto es en contrario al de sus compañeros del pleno.

 

“A un cuando en el momento de la discusión podemos llegar a puntos álgidos, porque sí los hay, lo cierto es que siempre, terminando la sesión, damos vuelta a la página y volvemos a la misma situación de amistad, de camaradería. Siempre con la idea de que estamos resolviendo un punto jurídico, nunca con la idea de personalizar situaciones que vayan demeritando nuestra situación personal”.

 

La cuestión de género es algo que también se vive en la SCJN, donde tan sólo hay dos mujeres en el pleno.

 

“Yo preferiría que lo tratáramos como un problema de oportunidades, para que en igualdad de condiciones, hombres y mujeres lleguen a obtener un empleo, privilegiándose siempre la capacidad y honestidad. Desde el punto de vista profesional, capacidad, y desde el punto de vista personal honradez”, detalla.

 

Ella misma rememora que en los años 50, en el Poder Judicial las oportunidades para las mujeres eran sólo en para puestos operativos, secretariales.

 

“De la década de los 70 para acá empieza a haber posibilidades de mandos medios, en el gobierno del presidente (Adolfo) López Mateos llega la primera mujer ministra a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, María Cristina Salmorán de Tamayo, y a partir de este momento ya empieza a haber un poco más de apertura para que las mujeres ocupen puestos a nivel de secretarios de Estudio y Cuenta, porque finalmente las mujeres ya van teniendo más acceso a la Universidad”.

 

Actualmente, el porcentaje de mujeres sigue siendo muy bajo: 18% de magistradas, 24% de juezas, secretarios de estudio y cuenta  48%, “pero ya cuando hablamos de mandos superiores se reduce, porque nada más somos dos mujeres ministras”.

 

Entre risas, cuenta su vida fuera del pleno, con su familia, aunque reconoce, nunca deja de trabajar.

 

“Lo digo con mucho orgullo, trabajo sábados y domingos. Me levanto muy temprano, yo veo pleno a las 4:30 de la mañana todos los días. En domingo no me levanto tan temprano, pero a veces cuando mi familia empieza a dar señales de vida, yo ya adelanté la cuota, y entonces ya puedo convivir con ellos el fin de semana”, explica.

 

Se declara cinéfila y le gusta asistir a las salas, “cuando ya cubrí mi cuota de trabajo”, y revela como una de sus películas favoritas Cinema Paradiso, “porque ahí se refleja mi pueblo, veo San Cristóbal de las Casas reflejado de manera impresionante. Yo tenía a mi tío, que era el párroco del pueblo, y él recortaba besos al igual que el párroco de Cinema. Además, teníamos que ir a la Catedral para ver la clasificación de las películas, para saber si podíamos ir al cine o no”.

 

También se declara apasionada de la música mexicana, “pero sobre todo disfruto mucho la antigüita: Lara, Curiel, Pardavé, Palmerín, me encanta la trova yucateca, todo lo que es música mexicana viejita, y me sé muchas”.

 

¿Y las canta?

Jejeje, en el baño. Eso es algo que me hubiera fascinado. Alguna vez intenté tocar la guitarra pero tengo oído de artillero, las pocas canciones que aprendí a cantar, que no pasaron de 10, me las tenía que aprender de memoria, la canción la pisada… todo, no tengo oído musical pero me fascina.

 

¿Y le hubiera gustado cantar?

Ah, bueno, no me hubiera gustado, ¡me hubiera fascinado!