El peyote, o híkuri para el pueblo wixárika, es una planta cactácea que los indígenas comen para ponerse en contacto con los dioses durante una ceremonia en el desierto y los centros ceremoniales.

 

Juan Negrín, director del Centro de Investigación Wixárika en Estados Unidos, explica que el peyote se come únicamente después de haber confesado las malas acciones realizadas y alcanzar así el nivel espiritual que conecta al individuo con lo divino.

 

Sin embargo, la cactácea también atrae a turistas o personas ajenas a la tradición que la consumen para buscar sus efectos alucinógenos: “enfrentan emociones rápidas que no saben ligar a la cuestión metafísica, porque no llegan a la purificación del cuerpo”, señala.

 

 

La recolección y transporte de esta planta está penado con 10 años de cárcel, ya que la Ley General de Salud la clasifica como un psicotrópico que genera adicción y no tiene valor terapéutico. No obstante, los integrantes de la etnia son los únicos autorizados para consumirla y llevarla de San Luis Potosí a otros estados.

 

Pese a ello, en la zona han proliferado falsos wixárikas o huicholes quienes visten el atuendo de los indígenas para traficar la planta sin ser detenidos por las autoridades federales.

 

Esta actividad ilegal ha puesto al peyote en riesgo de extinción. Los turistas y los falsos huicholes cortan la planta con todo y raíz, lo que provoca que ya no crezca y comience a haber escasez en el desierto.