Escritor y ensayista mexicano, quien falleció hoy a los 83 años, es considerado una de las figuras más destacadas del México contemporáneo, autor de novelas referentes de la literatura mexicana como Aura, La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente y Terra Nostra.

 

Nació el 11 de noviembre de 1928 en Panamá, donde su padre iniciaba su carrera diplomática como representante de México.  Creció su primera infancia en Estados Unidos, específicamente en Washington DC, donde su padre fue asignado en la década de los treinta. Así vivió una década en medio del vibrante american world. 

 

“En E.U es importante, a cualquier edad y en cualquier ocupación, el ser “popular”. No he conocido otra sociedad en la que la disciplina mantenga una alta estima. Yo era popular. Yo era “normal”, aseguró en algún momento.

 

Recientemente criticó la figura de Enrique Peña Nieto, candidato presidencial de la alianza Compartamos México, quien confundió su libro atribuyendole autoría a Enrique Krauze. Aseguró que México requiere un mejo presidente y no a un individuo que ni siquiera lee.

 

Pasó su infancia entre otras capitales como Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires, ciudad a la que su padre llega en 1934 como consejero de la embajada de México.  Visitaba la Ciudad de México en verano donde ingresaba a en escuelas para no perder el idioma y aprender la historia de su país.

 

Vivió en Santiago de Chile (1940-1944) y Buenos Aires en donde recibió la influencia de notables personalidades de la esfera cultural americana. Llegó a México a los 16 años e ingresó a la preparatoria en el Centro Universitario México (CUM).

 

Se inició como periodista colaborador de la revista Hoy y obtenía el primer lugar del concurso literario del Colegio Francés Morelos.

 

Posteriormente estudió leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en 1950 viaja a Europa para cursar derecho internacional en el Instituto Altos Estudios Internacionales de la Universidad de Ginebra. Aquí logró complementar su perspectiva literaria: La épica moderna había sido la épica de la primera persona del singular, del Yo de San Agustín a Abelard, a Dante, Rosseau, Stendhal, Proust, Joyce.

 

A su regreso a México, Fuentes descubría que su verdadero bautismo se lograba en la idea de que no importaba a dónde fuera, el español debía ser la lengua de su obra y Latinoamérica la cultura de su lengua.

 

Para entonces Octavio Paz había escrito dos libros que daban un nuevo perfil a la literatura mexicana: Libertad bajo palabra y El laberinto de la Soledad obras que influyeron notablemente las perspectivas de Fuentes.

 

De su amistad con Paz aprendió que no existían culturas, razas, ni políticas privilegiadas; que nada debía apartarse de la literatura porque nuestro tiempo vivía el momento de las mortales reducciones.

 

En 1959 publica sus primeros cuentos titulados “Los días enmascarados”, reunidos en la Colección Los Presentes. Al lado de Emmanuel Carballo dirige la “Revista Mexicana de Literatura”, y “El Espectador” con Víctor González Olea y Enrique González Pedrero.

 

Durante los años sesenta vivió en París, Venecia, Londres y México. En 1962 escribe “Aura” novela en la que nunca quiso resolver un enigma. Lo importante era reconocer que ahí existía un enigma.

 

En los setenta estuvo en el Instituto Woodrow Willson de Washington.  En 1972 fue elegido miembro de El Colegio Nacional en donde se presentó con un discurso de ingreso titulado “Palabras iniciales”. Fue presentado por el poeta Octavio Paz.

 

Fue embajador de México en Francia de 1972 a 1977, en homenaje a la memoria de su padre. En su gestión, abrió las puertas de la embajada a los refugiados políticos latinoamericanos y a la resistencia española. Fue delegado en la Conferencia sobre Ciencia y Desarrollo en Dubrovnik, Yugoslavia.

 

Un par de años después, en 1977, renuncia a su puesto de embajador en protesta contra el nombramiento del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz como primer embajador de México en España después de la muerte de Franco, ya que lo consideraba abiertamente responsable de la Matanza de Tlatelolco en 1968.

 

Alabó y en ocasiones puso reparos importantes a la figura de Fidel Castro. Elogió también la apertura de Raúl Castro.

 

Fue amigo personal de políticos de todo el orbe entre los que destacan Bill Clinton o Jacques Chirac, así como a líderes de la economía como Alberto Cortina (ACS., Banco Zaragozano, etc.), el empresario Javier Merino, el propietario de la multinacional Cámper, el mallorquino Llorenç Fluxà; Alfredo Sáenz (vicepresidente del Banco Santander), los millonarios Josep María Ollé, Leopoldo Rodés o el hotelero Simón Pedro Barceló del Grupo Barceló.

 

Murió este 15 de mayo en el Hospital Ángeles del Pedregal, de la ciudad de México.