“Si creen en las hadas, aplaudan. No dejen que Campanita se muera”, escribe Toño Malpica en la página 12 de su nuevo libro: Por el Color del Trigo, publicado por el Fondo de Cultura Económica (2012, colección: A la orilla del viento), un volumen ilustrado por el artista vasco  Iban Barrenetxea.

 

El autor se muestra a 24 HORAS como un hombre risueño y desenfadado.

 

No solamente dice creer en las hadas y en muchos otros personajes de fantasía, sino que se asume como un personaje que “juega” dentro de las historias que él mismo escribe, hasta ahora, poco más de 25 libros para niños.

 

Antonio, o Toño, como le gusta llamarse, habla de su trayectoria –“de niño feliz a hombre feliz”–, del entorno del escritor y de los pormenores de su más reciente “jugarreta” literaria: meterse a las páginas de El Principito, el relato breve más célebre del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) –donde el autor confronta a través de metáforas la sabiduría infantil con la tozudez del mundo adulto– y provocar nuevos juegos con personajes conocidos y equivalentes.

 

Por el Color del Trigo también juega con Saint-Exupéry y con el amigo a quien dedicó la obra, el también escritor León Werth (1878-1955), buscando con ello rendir un homenaje a la amistad, tanto la que unió a ambos autores como la que se aprecia en el universo de afectos del pequeño príncipe: el asteroide B-612, los volcanes, la zorra, la flor; desde luego, su coprotagonista y aviador adulto, quien solamente lo entiende hasta que razona como niño.

 

Así, Malpica incorpora como personajes de esta nueva fantasía a Tonio y a El Bribonzuelo, quienes otorgan nueva vida a la dualidad: adulto-niño, creada por Saint-Exupéry, retomando un lazo amistoso que superará espacio, tiempo e infortunios.

 

La reciente aparición en París, Francia, de un manuscrito desconocido de El Principito, que incluye algunos pasajes inéditos y modificaciones respecto del original, no parece que cambiará el espíritu de la obra, nos confirma el narrador mexicano; menos, la máxima del pensamiento universal contenida en un texto traducido a 180 lenguas y dialectos: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.

 

¿Qué más cuenta Toño Malpica? He aquí parte de la conversación que sostuvimos.

 

Si el Principito te pidiera que le dibujaras “México”, ¿cómo lo representarías?

Con una caja cerrada con tres agujeros (la misma imagen que en la obra de Antoine de Saint-Exupéry dibuja el aviador al niño príncipe). Creo que pintar así a México es un poco como decirle: mejor imagínatelo, Principito; ahí te va y ese es el México que tú quieras ver. La verdad es que en mis libros siempre trato de rehuir los temas escabrosos; soy más partidario de la fantasía y de los temas un poquito más lúdicos.

 

¿Lees periódicos? ¿Te enteras de las noticias, diariamente?

No mucho, la verdad. Un día me di cuenta de que dormía mejor por las noches al no enterarme tanto de las cosas. Eso sí, aunque no quiera, de algo sí me entero, claro.

 

¿Pero sí viste el video de los llamados Niños Incómodos? ¿Qué te pareció?

Sí lo vi. Me pareció bien realizado. De pronto, sí te sacaba de onda, pero me parece que fue una tontería aquella crítica de que “¡ay… utilizan a los niños!”. Por Dios, peores cosas ven los pequeños en la tele, los periódicos o hasta las que les ven a sus propios papás, ¿o no? Ahora bien, creo que las peticiones de los niños no son tan rebuscadas y se concretan a decirte: “Papá, pórtate bien tú también; no te pases los altos en mis narices, ¿no? En la generalidad, los niños solamente quieren ser felices, y nosotros como adultos sabemos perfectamente qué hacer para que ellos lo sean.

 

¿Qué leen los niños, si es que leen?

De entrada, los niños son rejegos para la lectura. Por mucho que los queramos idealizar, no existe un niño que brinca de la cuna al librero. La lectura es un proceso paulatino en el que el niño se va enamorando del libro. Lamentablemente, resulta curioso que todos los padres quieren que sus niños lean, pero ellos mismos no leen, y los maestros tampoco, lo cual es más grave. Hay que meter libros a la casa, porque estos no van a llegar por arte de magia, así que hay que meter libros, tanto infantiles como para grandes, poco a poco.

 

Entiendo que fuiste niño de Ciudad Satélite, pero hoy tienes amor por la colonia Roma…

Yo nací en el hospital Santa Elena, en las calles de Querétaro, en la Roma; luego fui a la Narvarte, pero a los 6 años me llevaron a vivir a Fuentes de Satélite. Allá me hice y la verdad es que fui muy feliz. Si hay una justificación para lo que ahora hago, es porque fui muy feliz en la infancia. No fui niño lector, pero sí un niño que jugó mucho, que tuvo mucha libertad, que se divirtió, que tuvo muchas aventuras. Después me casé y me vine a vivir a la Roma, donde también he sido muy feliz. Me di cuenta de que soy feliz en la urbe; o sea, yo sí necesito bajar de mi casa y encontrarme un café abierto, por ejemplo, mientras que en Satélite, que es muy residencial, tienes que agarrar el coche para todo.

 

Me impresiona tu relación profesional con tu hermano Javier; a quien citas como tu mejor amigo. ¿Cómo han logrado trabajar juntos en tantos proyectos musicales y literarios? ¿Acaso nunca se han agarrado a golpes, como todos los hermanos?

Sí, aunque ya no nos peleamos. De grandes, nada más nos mentamos nuestro respectivo cacho de mamá, pero hace tiempo que llegamos a una conciliación fácil para cada discrepancia. Pero Javier siempre ha sido mi mejor compañero de juegos; lo fuimos desde que yo brinqué desde el vientre materno y hasta la fecha, y al trabajar juntos, seguimos jugando.

 

Laura, tu pareja, a quien también citas como amor de tu vida y fuente de inspiración, ¿participa también en tu trabajo?

Ella es, más bien, mi mejor crítica; porque tiene buen feeling para lo que yo escribo. Siempre le hago caso cuando me aconseja: si no fuera por ella, no podría dedicarme a esto, así que ha resultado un complemento muy padre.

 

Entre las obras de autores mexicanos que recomiendas, citas Ángeles del abismo, de Enrique Serna, y Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. ¿No rescatas a otros del país?

Sí, claro, pero me di cuenta de que citar a otros puede prestarse a envidias o enojos; conozco y aprecio a muchos otros, así que decidí no hacer ese hincapié.

 

En cuanto a literatura infantil, ¿cómo estamos en México? ¿A quienes citarías?

En México estamos muy bien en ese campo, y lo único que falta hacer es acercar estos libros a los niños. Puedo citar a Mónica Brozo, Jaime Alfonso Sandoval, Juan Carlos El Gato Quezadas, Norma Muñoz Ledo, Vivian Manzur; etcétera. Son autores infalibles, no menosprecio a Anthony Browne u otros, pero los mexicanos están bastante bien.

 

Identificado como autor para público infantil, ¿nunca escribirías un libro erótico como Las edades de Lulú?

Pues sí quisiera, pero… ja ja, no es el momento. Pero… sí, de pronto me gustaría deschongarme; no sé si Las edades de Lulú, pero sí algo por el estilo. También planeo escribir algo más de literatura para grandes. Ya veremos más adelante.