Durante el mes de febrero ocurrieron dos hechos fundamentales para el futuro político de Venezuela. El más reciente ha sido la noticia del deterioro de la salud del presidente Hugo Chávez, al reaparecer el cáncer y, con ello, limitar la viabilidad de su proyecto. La otra noticia se dio el 12 de febrero pasado, cuando la oposición venezolana eligió su candidato único para la elección presidencial del 7 de octubre de este año, enfrentando las aspiraciones de Chávez de reelegirse por un tercer mandato de seis años. Se trata del abogado de 39 años Henrique Capriles Radonski, gobernador del Estado de Miranda, el segundo más poblado del país, quien representará a la Mesa de Unidad Democrática (MUD), coalición opositora creada en el 2008 por cerca de veinte partidos de centro-izquierda y centro-derecha.

 

 

Capriles representaría una nueva etapa en el sistema político venezolano, que en la última década se reconfiguró después de pasar por una aguda crisis detonada por la descomposición de los viejos partidos que, entre 1958 y 1998, gobernaron a Venezuela. De esa crisis surgió el actual presidente Chávez, quien en 1992, como teniente coronel dirigió un frustrado intento de golpe de Estado. La aplastante victoria electoral de Chávez en 1998 y los graves errores de sus opositores de darle un golpe de Estado en el 2002 y de abstenerse en las elecciones en el 2005, obligaron a un cambio de fondo en la manera de conducirse y de asegurar una mayoría.

 

 

El cáncer de Chávez sin duda abre incógnitas, pero también es necesario conocer los principales rasgos de quien podría encabezar una alternancia en Venezuela. En líneas generales el perfil ideológico de Capriles es de centro-derecha, católico, con una fuerte simpatía e identidad entre las clases medias profesionales que están excluidas de la visión y del proyecto del actual presidente.

 

 

Capriles Radonski es hijo de inmigrantes judíos que huyeron del nazismo e hicieron su fortuna en la banca, la construcción y los medios de prensa venezolanos. Se recibió de abogado en la Universidad Católica Andrés Bello, institución privada dirigida por padres jesuitas, y comenzó en la política en 1998 como diputado del partido socialcristiano Copei y en el 2000 se integró al partido Primero Justicia (PJ), siendo electo alcalde del municipio de Baruta que forma parte del Distrito Metropolitano de Caracas, capital de Venezuela, por dos períodos consecutivos.

 

 

En el año 2004, fue acusado de ser el autor intelectual del ataque a la embajada de Cuba ubicada en Baruta, durante los incidentes del golpe de Estado de abril de 2002 que derrocó a Chávez por dos días. Estuvo en la cárcel, fue absuelto y culminó su segundo período como alcalde; al separarse del cargo en 2008 se postuló como gobernador del Estado de Miranda y derrotó al candidato oficialista.

 

 

Su base política es el PJ, fundado en el año 2000 como partido regional, que se define como de centro humanista, promueve un Estado subsidiario que respete las libertades individuales e impulse una economía social de mercado. Este partido, en el 2006, superó a los partidos tradicionales y emergió como la tercera fuerza política del país.

 

 

El PJ es parte de la MUD, coalición de partidos políticos de tendencias diversas que en las elecciones parlamentarias de 2010 obtuvo 50.3% de los votos. Por su diversidad ha tenido que definir una plataforma compartida por católicos y marxistas, que busca fortalecer el sistema democrático, garantizar los derechos humanos, consolidar la soberanía y alcanzar una sociedad justa y libre. En lo económico, ubica al petróleo como palanca del crecimiento, pero ve como necesaria la creación de empresas, la cooperación entre el Estado y el sector privado, además de la seguridad jurídica a los derechos de propiedad.

 

 

También busca superar la enorme deuda pública, la vulnerabilidad alimentaria, el carácter mono exportador de la economía, la influencia extranjera (léase Cuba) en política interna, el debilitamiento institucional de los militares, la complicidad con el narcotráfico y las alianzas internacionales antidemocráticas y peligrosas para Venezuela, como las que existen con Irán.

 

 

Muchos plantean que Capriles Radonski es una alternativa a la polarización impuesta por Chávez, pero el perfil del candidato y sus líneas programáticas están en otro polo. Estado subsidiario, economía de mercado, libertad individual, plenos derechos de propiedad, diversidad política e institucionalidad se oponen a los trece años de intentos de implantar el socialismo utilizando la riqueza petrolera, expropiando empresas y copiando el modelo cubano de partido único. Sin duda se trata de dos proyectos radicalmente opuestos, sin conciliación posible.

 

*Investigador de la UNAM