Con inusitado orgullo celebramos el premio de Pedro Pardo (tercer lugar) en el certamen World Press Photo discernido hace unos días, casi como si fuera el anticipo del Oscar de Bichir.

 

 

El amasijo de cadáveres dentro de un taxi en la alguna vez exquisita y anhelada zona del turismo internacional, Acapulco, es todo un compendio social al simple golpe de la vista; un ensayo visual. Es una descripción profunda, con la insobornable evidencia de la realidad, cuyo dramatismo resulta abrumador y estrujante. Pero eso es obvio.

 

 

Revisar las demás gráficas premiadas y la inclusión de la nueva realidad mexicana en ellas nos lleva a una conclusión un poco más elaborada.

 

 

Todas las fotografías consideradas como retrato de nuestro tiempo por quienes seleccionaron las imágenes del rostro mundial contemporáneo (excepto las deportivas), son parte de una macabra escenografía bélica. No son fotografías de la vida y sus complejidades, son fotos de la guerra. Marte es el gran personaje de nuestros días, aquí y dondequiera.

 

 

La gran ganadora es una instantánea en la cual una mujer yemenita envuelta en el negro chador musulmán, con guantes quirúrgicos, abraza a un hombre desnudo, herido en los combates callejeros contra Ali Abdulah Saleh. Su cabeza, de la cual no vemos el rostro, se acomoda en la otra cabeza acurrucada contra ella. No se ven los rostros pero se adivinan los gestos. La luz, componente esencial de la fotografía, transmite todos los dolores del mundo. Del desamparo absoluto a la relativa resurrección de una piedad fugitiva.

 

 

Y si la guerra es el ámbito en el cual la prensa mundial puede describirnos y eternizarnos en la imagen casualmente capturada, México está presente ahí también con su peculiar condición bélica cuya etiología y resultados nos parecen cada vez menos claros y más contradictorios.

 

 

Si la imagen de Pardo en Guerrero, exhibe la cruel profundidad de nuestra vida cotidiana, también pudo ser captada en Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz o cualquier otra parte de nuestra ensangrentada geografía y, en este sentido, las palabras del general secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, se podrían usar como su pie de grabado:

 

“Es evidente que en aquellas latitudes del territorio nacional, el espacio de la seguridad pública está totalmente rebasado. Es menester reconocer que es la seguridad interior la que hoy se encuentra seriamente amenazada”.

 

Obviamente estas últimas apreciaciones, propias de un empedernido editor de diarios y revistas no son reales, pero tampoco son descabelladas. Hoy nuestra imagen actual, se parece cada vez más a la de los países en guerra abierta, ya sean Irak, Afganistán o las naciones árabes envueltas en estallidos civiles de patente supuestamente democrática.

 

 

La guerra no necesita justificaciones. Es ella por sí y a veces para sí.

 

No se trata en esta columna de hacer un ensayo sobre el valor periodístico de las imágenes premiadas, pero si vale la pena reconocer su intrínseco valor en tanto no son inventos sino reflejos.

 

 

Como escribió Susan Sontag en su célebre ensayo Ante el dolor de los demás:

“… la misión amplia de los fotoperiodistas consiste en hacer la crónica de su tiempo, sea de paz o de conflicto, como testigos imparciales…”

O tal ha descrito su trabajo el propio Pardo:

“Si la sociedad ofreciera otras cosas, tomaríamos otras fotos, pero eso es lo que está pasando”.

 

El fotógrafo de prensa no crea; recrea.

 

Mientras nos acercamos al periodo de veda (cuyo respeto será ilusorio) en las actividades proselitistas denominadas genéricamente campañas, algunos medios atizan el fuego de la inconformidad social en torno de los debates.

 

La circunstancia ha convertido a algunos en “debatistas” y a otros en “anti-debatistas”.

 

Por ejemplo, Andrés Manuel quien en la pasada contienda se ausentó del debate oficial con nocivas consecuencias para su causa, ahora propone una docena de contiendas verbales entre candidatos.

 

Pero, a pesar de todo, no son sólo los políticos quienes desean los debates, son también quienes los podría transmitir, divulgar y cobrar. Y ahí es donde se complica la situación.

 

La reforma electoral, buena o mala pero vigente, impide la comercialización del espacio para fines electorales. Las televisoras dicen no nos importa, los transmitimos gratis, cosa imposible a fin de cuentas pues si no se cobra hoy se cobrará mañana. La industria de la radio y la TV no sobrevive (y bastante bien, por cierto) por su condición caritativa sino por su agudeza crematística.

 

Pero por si la ley no fuera suficientemente clara, el propio instituto electoral crea una comisión para hallar la cuadratura del círculo y sacarle la vuelta a lo ya escrito (dos debates oficiales). Al frente de esos afanes está el muy prestigiado doctor Sergio García Ramírez quien ofrece este rollo a consideración del respetable público:

 

“…Si se llegara a un convenio entre los candidatos, bajo ese otro amparo (fuera de lo que marca el artículo 70 del código), el IFE, que lo alienta, que lo ve con simpatía, ciertamente ofrece su participación en la coordinación de esos otros debates entre candidatos a la Presidencia de la República”.

 

En ocasiones anteriores y bajo otra legislación –es decir, ninguna–, los debates fueron organizados por la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, es decir, el duopolio y sus satélites, quienes son ahora los más interesados en promover, como es su deber, claro, la cultura política y electoral del pueblo mexicano.

 

Por eso llama la atención la postura legalista de Andrés Massieu representante del PRI, quien se acoge a lo escrito en el artículo 70 del Cofipe, a pesar de haber sido (o quizá por eso) director general de la CIRT.

 

“…Estamos señalando que la autoridad no puede hacer ni más ni menos de lo que la ley establece. Para nosotros es clarísimo el artículo 70 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, el cual señala que el IFE deberá organizar dos debates; no dice uno, no dice tres, no dice cinco. Dice dos”.

 

Si esta comisión lograra el anhelado consenso de los “debatistas”, acuciados por la escandalera de los locutores democráticos, estaríamos frente a un fenómeno muy mexicano: el consenso para incumplir la ley escrita mediante la unión de voluntades, como cuando alguien mata a la vaca y el otro le tiene la pata.

 

El argumento de quienes ven en la negativa priísta un intento por cuidar a Peña, por otra parte, es demasiado débil. Si Peña pierde los dos debates del IFE, también perdería todos los demás. Y si los llegara a ganar, ocurriría lo mismo.

 

¡Ah! Pero el rating, hermano, el share, compadre; el placer de convertirse en factor electoral, eso no tiene precio…

 

Le preguntan a Manlio Fabio Beltrones si podría ayudar a Enrique Peña en su campaña, cómo si esto y si aquello. Lo abordan durante la pasada reunión de alcaldes fronterizos:

 

Y Beltrones, cazurro, nada más dice:

“…Lo pretendo de muchas formas, no sé cómo les guste a ellos y voy esperar a que me inviten”.

Si lo invitan…

 

Finalmente la sangre no llegó al río.

 

 

Satisfechas sus exigencias de certeza y compromiso (traducidas en su inclusión en ambas fórmulas para el Senado y algunos espacios en la campaña), Alejandra Barrales sostuvo ayer una prolongada reunión con Miguel Ángel Mancera y desechó para siempre las insinuaciones (e invitaciones) de otros partidos políticos desde donde se estimulaba su rompimiento con la izquierda.

 

 

Mancera la invitó a formar parte de su equipo y hasta de incluir en él a militantes experimentados como Guillermo Orozco, por ejemplo.

 

 

Quizá pasado mañana puedan celebrar el día de la a mistad. De lo otro, ni hablamos…

 

 

La guerra contra el narcotráfico debería tener como finalidad acabar con el consumo de drogas. Pero como no ha sido así ni son concomitantes los esfuerzos policiales y militares con la disminución sino todo lo contrario, es notable el esfuerzo preventivo y de tratamiento emprendido por el gobierno más allá de la batalla y los fusiles.

 

 

En días pasados el IMSS, el DIF y el Centro Nacional para la Prevención y Control de Adicciones (Cenadic), suscribieron un convenio de colaboración y apoyo interinstitucional, para lograr y aplicar una estrategia integral contra las adicciones. Esa es en verdad una tarea inaplazable.

 

 

La firma fue atestiguada por Margarita Zavala, presidenta del Consejo Consultivo Ciudadano del DIF Nacional y esposa del Presidente quien señaló la urgencia de restituir el tejido social y fortalecer las instituciones de seguridad y de justicia.