Incautaron poca mariguana y erradicaron menos plantíos, pero hallaron más laboratorios clandestinos. Llenaron bodegas de armas usadas por el narco y de vehículos en los que cometían delitos paralelos. Unos murieron.

 

Hubo efecto cucaracha, pues aunque bajaron los delitos en la Sinaloa, crecieron en Coahuila y en Durango, a donde por cierto se dice que se movió y sigue operando Joaquín Guzmán Loera, probablemente el capo más buscado en el mundo.

 

Más que un depósito de armas o de chatarra, las instalaciones de la Novena Zona Militar, en Culiacán, parece una pasarela para lucir los golpes contra los cárteles. En sus bodegas, lo mismo se ven escuadras 9 milímetros chapadas en oro que fusiles Barret, de uso militar y con capacidad para penetrar blindados.

 

Hay toneladas de droga aseguradas durante operativos de precisión implementados a partir del 14 de mayo de 2008, como parte de éste, el Operativo Culiacán-Navolato-Guamúchil.

 

El cuartel militar también luce como una concesionaria de autos de lujo. Alberga modelos Porsche, Camaro, Corvette y camionetas de lujo, muchas de ellas con blindaje nivel siete; es decir, prácticamente impenetrables.

 

En la parte trasera, donde nadie alcanza a ver nada, permanecen las unidades impactadas durante los tiroteos. Una destaca particularmente, pues en su interior, del lado del conductor, aún se ven restos de un criminal abatido durante un enfrentamiento al ser descubierto cuando robaban combustible en una toma clandestina.

 

Y mientras el general Moisés Melo, comandante, presumía sus trofeos de guerra el pasado lunes, en Guasave tres de sus soldados eran ejecutados por un comando armado y abandonados a su suerte por policías municipales.

 

Esta es la guerra que se libra en la tierra de El Chapo, una guerra de más de mil días.

 

 

FOTOS: GRETTA HERNÁNDEZ