Los abuelos nos repetían –con mucha razón- que en la vida no solo hay que ser serio en las tareas que se emprende, sino también hay que parecerlo frente a los demás. Y por lo visto en los últimos meses y años, a los comisionados de la Comisión Federal de Telecomunicaciones el consejo de los abuelos les pasó de noche o simplemente no les importó.

 

El asunto viene al caso porque lamentablemente la Comisión que encabeza Mony de Swaan se ha convertido en un circo. Y digo lamentablemente porque la Cofetel es un organismo clave para el país en muchos sentidos: Es nada más ni nada menos que la autoridad regulatoria y de supervisión de uno de los sectores más dinámicos, rentables y prometedores de la economía con grandes capitales e intereses económicos en juego y, evidentemente, con fuertes influencias políticas que se exacerban en periodos electorales como el actual.

 

Puntualmente en la Cofetel convergen las inversiones, los conflictos y los intereses de los empresarios de la televisión, la telefonía celular, la radio, las redes de internet y la telefonía fija; es decir, tareas complejas por su naturaleza que requieren de una autoridad en todo la extensión de la palabra.

 

Lo que cualquier ciudadano esperaría de los miembros de una comisión como ésta es por lo menos una demostrada capacidad profesional, la distancia e independencia necesaria para atajar cualquier potencial conflicto de interés o influencia que distorsione sus decisiones, y una muy necesaria práctica de discreción personal. Estas también serían requisitos mínimos para cualquier banquero central que se precie de ser respetado por su labor.

 

Pero eso no ha ocurrido en el seno de la Cofetel. Por el contrario, existe en sus miembros protagonismo mediático, controversias ventiladas públicamente, acusaciones sobre conflictos de interés, y recurrentes cuestionamientos a su real independencia en la toma de decisiones. Aspectos, todos ellos, que –más allá de las presiones naturales a las que están sometidas por sus funciones- les restan autoridad para desempeñar sus labores de ‘regulador y supervisor’ con la eficacia que se requiere.

 

Esto lo volvimos a ver el miércoles y jueves pasados con dos comunicados de prensa enviados por los miembros del Pleno de la Cofetel exhibiendo públicamente sus diferencias y acusándose unos a otros en asuntos cruciales para la vida económica y democrática del País como es la licitación de nuevas alternativas de televisión abierta para los consumidores y ciudadanos.

 

Basta ver el comunicado de ayer firmado por cuatro comisionados que lleva en el título la exhibición de su pecado: “Los comisionados de la Cofetel estamos a favor de la competencia en el mercado de la radiodifusión y de la transición a la televisión digital terrestre en México”, dice. Si un comisionado debe pedirle a la opinión pública que le crea, es porque no ha ganado credibilidad con su labor.

 

Por eso la Cofetel actual es una vergüenza para los ciudadanos que confiaron en su profesionalismo y seriedad. Esperaríamos que rectifiquen con la urgencia que la situación y la importancia del caso amerita.

 

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