El origen lacustre de la ciudad se abre paso en dos puntos de la inmensa capa de asfalto que levanta la ciudad. Dos lugares poco conocidos, pero que rompen el gris monótono de casas, edificios y vehículos del escenario urbano. Un castillo estilo medieval se levanta en uno de estos puntos de la Venecia chilanga y un lago rejuvenecido tras siglos en coma.

 

A dos horas del Centro Histórico de la capital ha reaparecido el antiguo Lago de Chalco por el hundimiento de hasta 50 metros en el lado suroriente de la cuenca de Xico, en los límites de la delegación Tláhuac y el municipio de Chalco, en el Estado de México. A las aguas de sus 500 hectáreas de superficie han regresado las aves que originalmente vivían en el sitio, pero que al secarse se fueron durante décadas.

 

Es tal su belleza que ya académicos y autoridades buscan convertirlo en un sitio turístico. Uno de sus principales problemas es que al hundirse almacena más agua que pone en riesgo de inundación a dos colonias donde viven alrededor de 50 mil habitantes. Especialistas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) proponen que se le da mayor profundidad a este vaso de agua para incrementar hasta tres veces su capacidad y con ello acabar cualquier riesgo de desbordamiento.

 

Como de cuento

 

Aquí no hay princesas ni dragones pero sí Axólotl, el dios que se hundió en las aguas de Xochimilco para escapar de la muerte. Aquí, el dios-lagarto renace cada día entre espejismos acuáticos que proyectan la mansión que construyó Eduardo Ramírez sobre chinampas de la venecia chilanga en los años 30 del siglo pasado. En el espejismo de agua se proyectan las almenas, las torres de homenaje y la barbana.

 

Reflejan su rostro sobre el espejo acuoso de un embarcadero que protege su castillo con silencio y laberínticos callejones. Los vecinos pasan por el castillo con sus pequeñas embarcaciones para ir a la tienda o al trabajo. Nadie sabe de quién es. Desde hace muchos años es un misterio para los habitantes que se han acostumbrado a su presencia sin hacer preguntas. Aquí no hay dragones que incendien el cielo, pero sí perros que asustan a los forasteros.

 

 

@urbanitas