Esta es la historia de un hombre que le declaró la guerra al crimen, no importando el costo, convencido de que con sus acciones (incluso algunas fuera de la ley) restablecería la moral marchita y salvaría a una nación.

 

¿Lo anterior le suena familiar?

 

Estamos hablando, por supuesto, de John Edgar Hoover, abogado norteamericano que fuera el primer director del FBI desde 1924 hasta el día de su muerte en 1972. Bajo su administración sirvió a 8 presidentes de Norteamérica, aunque en la práctica J. Edgar sólo servía a sus propias obsesiones.

 

Famoso por su manía por preservar lo que a su juicio era la moral pública, J. Edgar husmeó en la vida privada de políticos y artistas por más de medio siglo, siempre en búsqueda del más mínimo indicio que lo llevara a descubrir alguna conspiración que pudiera poner en peligro a los Estados Unidos.

 

Pero, ¿quién vigila al que nos vigila? Irónicamente, este sabueso también tenía secretos celosamente guardados y que derivaron en rumores sobre su homosexualidad y su supuesto gusto por vestirse como mujer.

 

Un personaje tan complejo y poderoso como este podría fácilmente derivar en una biopic escandalosa y amarillista. Muy por el contrario, el director de esta cinta, Clint Eastwood, entrega una pieza sombría y enigmática que, aunque no está exenta de cierta crítica, se muestra completamente respetuosa (tal vez en exceso) a una figura muchas veces ridiculizada como la de Hoover.

 

Construida como un entretejido de flashbacks, inicialmente vemos a un envejecido J. Edgar que rumbo al final de sus días dicta sus memorias, a la par que se muestran secuencias de su juventud, su nombramiento como jefe del FBI, sus primeros casos y el vertiginoso ascenso de su carrera.

 

Es Leonardo Di Caprio quien en todo momento interpreta a Hoover con un entendimiento casi clínico del personaje: el actor sabe que el J. Edgar de carne y hueso era tan poco carismático como petulante e incluso engreído. A pesar del pésimo maquillaje (el mayor defecto de esta cinta), Di Caprio entrega una interpretación excepcional de este hombre encerrado en las trampas de su propia moral.

 

Más que hacer un anecdotario de vida, Eastwood se enfoca en los motivos y conflictos del personaje, el amor uno de ellos. La cinta dibuja a un Edgar incapacitado para las artes del ligue, incluso con su mejor amigo Clyde Tolson del cual no es capaz de aceptar que está, simple y sencillamente, enamorado.

 

Ni dios ni demonio, el J. Edgar de Eastwood se muestra como un hombre complejo, atrapado entre sus obsesiones y la megalomanía provocada por su poder absoluto, pero al que no obstante deberían de agradecérsele muchos avances en materia de investigación y justicia (obvios pero inexistentes hasta su administración) como lo son el registro dactilar universal y los estudios forenses.

 

Personaje de olfato infalible hasta el final; cuando sale de su primera entrevista con Nixon, le ordena a su secretaria estar pendiente: “este hombre nos dará problemas”.

 

J. Edgar (Dir. Clint Eastwood, 2011)

3 de 5 estrellas.

Guión: Dustin Lance Black, Fotografía: Tom Stern, Edición: Joel Cox. Con: Leonardo DiCaprio, Naomi Watts, entre otros.

 

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