Hay asuntos en los que políticos y gobierno no deberían meter sus narices. Cuando lo hacen generalmente rompen más platos que en una fiesta, por lo que al final los ciudadanos tienen que pagar indebidamente cuentas muy altas.

 

Un retrato de lo que le estoy diciendo es lo que ocurre con los automovilistas que en esta temporada salen por millones a las carreteras del país buscando llegar a destinos de descanso y recreación.

 

Al salir de la ciudad cualquier amigo automovilista se topará con una caseta de peaje de CAPUFE que a partir del 17 de diciembre decidió elevar, aún más, sus tarifas. De hecho las tarifas que se pagan en México por transitar por las carreteras son de las más caras del mundo por kilómetro recorrido, en buena medida por los graves errores cometidos por políticos de gobiernos anteriores que hipotecaron en los mercados financieros el futuro de esas carreteras. Pero también porque los esquemas de concesiones carreteros a empresas privadas dejan mucho que desear encareciendo el costo al automovilista.

 

Muchas de las empresas constructoras que operan carreteras en México ofrecen tarifas más bajas por kilómetro recorrido en otros países, porque allá las condiciones, el esquema de concesión y la competencia así lo exigen.

 

La siguiente parada de nuestro amigo automovilista será en una estación de Pemex (¿acaso hay otra?) en la que los precios de las dos únicas gasolinas que existen en el país, Magna y Premium, los fija el gobierno como en las mejores épocas de la Unión Soviética o del actual régimen comunista cubano.

 

El amigo automovilista cree que hoy en día la gasolina le saldrá mucho más barata en México que en Estados Unidos. Le doy un dato para aclarar dudas: Ayer lunes el precio de un litro de gasolina regular en El Paso, Texas, se vendía a 10.28 pesos con un tipo de cambio de 13.90 pesos por dólar.

 

En México la gasolina equivalente (Magna) se vende a 9.73 pesos, 55 centavos menos. El asunto es que en México, de los impuestos que paga el amigo automovilista el gobierno destinará casi 200 mil millones de pesos anuales a ‘subsidiar’ el precio de las gasolinas dejando de invertir en más y mejores hospitales, escuelas o carreteras, por lo que el amigo automovilista regularmente tiene que acudir a médicos o escuelas privadas o debe pagar peajes elevados ante la mala situación de las carreteras libres.

 

Por eso, el menor precio de las gasolinas es un engaño y termina en un costo muy alto para el ciudadano.

 

Finalmente cuando el amigo automovilista regrese de sus vacaciones tendrá que pagar el impuesto a la tenencia vehicular porque la mayor parte de los gobiernos estatales así lo han decidido, simple y sencillamente porque sus cuentas de finanzas públicas no les dan. Y cómo les van a dar si: 1. No se han decidido a implementar una verdadera política local de ingresos diversificados más allá de las participaciones federales y de sus propios cálculos políticos, y 2. No permiten mayores controles, auditoría y transparencia en sus finanzas porque las tesorerías locales siguen siendo fuente de recursos para fines partidistas e, incluso, personales.

 

El agobio del amigo automovilista es el mismo que la de todos los ciudadanos: que políticos y gobierno meten sus narices (y sus particulares intereses) encareciendo los costos que todos pagamos.

 

Esto también es causa de pobreza.

 

samuelgarcia2010@hotmail.com | @arena_publica