Con inseguridad o sin ella, con o sin crisis y más aún en tiempo de elecciones, el reto de competitividad de México puede resumirse en un reto de productividad. Con datos del Índice de Competitividad Internacional 2011, podemos tomar la productividad promedio de la población económicamente activa (PEA) en México y compararla con la de otros países.

 

La ventaja de centrarnos en la productividad es que nos da una buena idea de las capacidades de las personas para generar bienestar para si mismos y para sus familias. La productividad resume el efecto en la capacidad de las personas para generar valor en vista de todas las condiciones estructurales, crisis, reformas y políticas que uno pueda pensar.

 

Un suizo, un noruego o un danés generan en promedio seis veces más valor agregado que un mexicano. Un francés, holandés, italiano o estadunidense cinco veces más. Un inglés, japonés, alemán o canadiense cuatro veces más. También podemos compararnos con países donde los trabajadores generan menos valor que los mexicanos. Un mexicano genera en promedio 14% más valor agregado que un ruso, 18% más que un brasileño, 25% más que un sudafricano, tres veces más que un chino y seis veces más que un indú. En términos de productividad estamos muy por debajo de los países ricos y mejor que los famosos BRIC (Brasil, Rusia, India y China).

 

La productividad en México es baja no sólo en comparación con los países a los que nos gustaría parecernos, sino que está estancada desde finales de los años setenta. El PIB por habitante creció sostenidamente desde los años 50 hasta 1981. Después de la llamada “crisis de la deuda”, cayó más de 10%. Tomó 18 años para que el PIB por habitante volviera a su nivel de antes de la crisis. Aunque para 1999 ya se había recuperado de la caída, el porcentaje de la población en edad de trabajar continuó creciendo. Con ello, tanto el valor agregado por trabajador como el salario promedio se han mantenido estancados en sus niveles de finales de los años setenta.

 

Aunque muchos factores influyen en la productividad, la escolaridad de las personas es el factor que influye de manera mas directa. Los datos que sigue el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) permiten comprobar que, en general, los países donde la gente es más productiva coinciden con países donde la gente ha ido incrementando su escolaridad promedio.

 

En México, la población de hombres de más de 25 años ha ido en promedio ocho años a la escuela. Nos superan en años de escolaridad por cinco años o más: Canadá, R. Checa, Estados Unidos, Noruega y Suiza. Por cuatro años o más: Corea, Japón, Reino. Unido, Rusia, Alemania, Polonia, Suecia, Chipre y Lituania. Por dos años o más: Cuba, Chile y Grecia. México supera en años de escolaridad a la India por dos años, a Brasil y Nigeria por 1.5 años y a China por 0.6 años. El único de los BRIC que nos supera en escolaridad es Rusia.

 

 

 

La obsesión con la competitividad

 

Muchas instituciones e investigadores, dedicamos grandes esfuerzos para entender cuáles son las principales palancas del desarrollo. Buscamos pistas que nos den la receta para la generación de mayor riqueza y bienestar. En el IMCO hemos comparando a México con 46 países de 2001 para acá. Seguimos de cerca 120 indicadores agrupados en 10 aspectos que van desde la famosa estabilidad macroeconómica y la eficiencia de los gobiernos, hasta la calidad de nuestras instituciones, el manejo sustentable del medio ambiente y la equidad de género.

 

En el Índice de Competitividad Internacional del IMCO, el lugar de México entre 46 países ha estado entre el 34 y el 32, donde nos hemos estancado. El IMD dice que subimos nueve posiciones en 2011 y nos pone en el lugar 38 de 59 países. Para el World Economic Forum pasamos del lugar 68 al 58 de 142 países.

 

Si hubiera un consenso, sería algo así como que México está lejos de realizar su potencial y lejos de que su población goce los niveles de vida que observamos en los países desarrollados. Que México avanza en la dirección correcta, pero a un paso lento. Ese avance lento lleva a que si nos comparamos con el resto del mundo, también habría un consenso general sobre las deficiencias en las instituciones y en los marcos regulatorios que México requiere corregir si aspira a aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado global.

 

 

¿Cómo hacemos para cerrar las brechas?

 

Hay tres objetivos en que deberíamos estar de acuerdo. Son objetivos que deberían ser prioritarios en la agenda política de cualquier partido y de cualquier candidato. Son objetivos con acciones concretas que esperaríamos ver como compromisos legislativos o de programas de gobierno.

 

1.Más competencia

 

• La falta de competencia en amplios segmentos del sector público y privado sigue afectando el bolsillo de los consumidores y los costos de las empresas.

 

• El marco institucional y regulatorio limita la productividad en PEMEX y CFE. Sin comprometer la propiedad nacional de la riqueza del subsuelo, podemos aprovechar la inversión privada dispuesta a arriesgar para explorar y producir. Necesitamos que las instituciones que reformó y creó la reforma energética nos den cuentas claras sobre los resultados que está dando Pemex.

 

• Podemos aprovechar más la inversión privada en la generación de electricidad, que las empresas que generan electricidad puedan vender sus excedentes.

 

• En telecomunicaciones y transportes hay que quitar las restricciones que impiden mayor inversión del exterior.

 

• Podemos traer las ventajas completas del libre comercio a los consumidores y las empresas si abandonamos el proteccionismo y alineamos nuestra política comercial y de aranceles por lo menos con la de nuestros principales socios comerciales.

 

 

2.Invertir más en capacidades

 

• Aquí y en China (o Brasil, Rusia e India) las personas que estudian más son más productivas, viven mejor, participan más en la democracia y son capaces de transmitirlo a las generaciones siguientes.

 

• Necesitamos hacer que más gente pueda ir más años a la escuela, que no tengan que salirse para ponerse a trabajar.

 

• En educación superior, podemos hacer mucho más si separamos el financiamiento de la operación del sistema educativo. Que el estado financie no implica que también tenga que administrar y operar.

 

• Debemos completar la reforma laboral que aumente la capacidad de trabajadores y empresas para ponerse de acuerdo en contratos de productividad, sin los vicios acumulados en las relaciones sindicales.

 

• Las personas deberían poder ahorrar. También deberíamos poder adquirir protección contra el desempleo fácilmente.

 

3.Un sistema fiscal que recaude y que gaste con eficiencia

 

• Eliminar las exenciones que impiden que se recaude lo suficiente. La recaudación adicional no puede venir en su totalidad del sector informal donde la productividad es bajísima. Las excepciones son anécdotas.

 

• La transición inconclusa a un IETU sin ISR eliminaría de un tajo los más de 40 regímenes preferenciales que ha ido incorporando el ISR a través del tiempo y que sería imposible revertir uno por uno.

 

• Sin información sobre en qué se gasta y qué resultados se obtienen es imposible que el gasto público cumpla con eficiencia sus objetivos.

 

• Los gobiernos estatales no están cumpliendo con su parte en el tema de transparencia y rendición de cuentas.

 

• La homologación de la contabilidad es un compromiso inaplazable.

 

Me encantaría ver que en lugar de objetivos grandiosos, los candidatos nos digan cuáles son sus propuestas en concreto para que las podamos comparar y decidir nuestro voto sobre bases más sólidas.

 

 

 

 

*Economista, director de investigación del Instituto Mexicano para la Competitividad A.C.