Desde que Fitch o Standard & Poors desconfiaron de los políticos por el bien de la economía, la sociedad global dejó de suspirar por los estadistas. El mejor ejemplo lo protagoniza Berlusconi (quien, por cierto, le debe un gran favor a Papandréu por haberse comido los reflectores en Cannes) personaje divertido y enternecedor para los italianos. Del made in Italy al designed in Italy pasando por las velinas del primer ministro italiano.

 

En el siglo pasado Italia le dio la vuelta al mundo a través de las máquinas de escribir Olivetti, hoy, los tecleadores de las Mac Air no reconocen el significado de “máquina de escribir”. Para qué si Twitter maximiza el mínimo esfuerzo, nos dirían. El número de dedos no cambia, lo que se transforma son las atmósferas.

 

Una tarde de 2001, al salir de El Colegio de Europa, en Brujas, me topé con una tienda de Alessi. Lo primero que pensé al ver el diseño del local era que se trataba de una juguetería (palabra en desuso gracias a los chinos que, como en el cuento de Cortázar, La casa tomada, aparecieron un buen día disfrazados de reyes magos para esfumar aquellos lugares llamados jugueterías), pero al entrar al local me percaté que Alessi diseñaba, extrañamente, juguetes exclusivos para las cocinas. Juguetes seriamente divertidos. De los típicos exprimidores sin ornamento estético, Alessi los convirtió en divertidos, coloridos y, sobre todo, estéticos instrumentos con sentido dialogador: un exprimidor de alto diseño con patas de araña.

 

Armani, por su parte, ha contribuido en alimentar a la imagen-país de Italia a través de la moda. En el siglo XXI, Armani comprende que el placer recarga el negocio de la moda, tal vez haya sido esta la razón por la que, recientemente, incursionó en el sector hotelero. En Dubai, por ejemplo, tiene un espacio estéticamente perturbador; minimalista y elegante; cautivador y placentero. (Ver su web luch en http://dubai.armanihotels.com/)

 

Italia es imagen. El rico café Illy es una marca italiana aunque los granos son de Arabia, Turquía y algún otro país; Prada es italiana pero sus acciones se comercian en la Bolsa de Hong Kong; Ferrari es una bomba de deseos para el mundo entero pero en especial en China.

 

¿Algo o alguien puede desentonar con la imagen de Italia?

 

A Berlusconi se le asocia más con las velinas, el ciao papi, sus bromas sobre los nazis en el parlamento de Estrasburgo, la televisión basura, la alberca de Villa Certosa o el equipo de futbol Milán, que con la política. El problema para Italia es que Berlusconi es primer ministro.

 

Italia, después de Grecia, tiene el mayor nivel de deuda de la UE; 120% de su PIB. En términos absolutos asciende a 1.84 billones de euros. Desde 1999 su economía ha crecido, en promedio, 0.7% mientras que el déficit público sobre el PIB es del 4.6%. Lo peor, el desempleo juvenil: 28% de la población. Si descomponemos la cifra por sexo, la mitad de las mujeres no trabaja, es la tasa más alta de la eurozona. En la telebasura italiana (de Berlusconi) la mujer es un objeto y en el parlamento, el partido político (de Berlusconi), se encarga de reclutar a diputadas a través de casting.

 

El Gender Gap Index del Foro Económico de Davos, mide las desigualdades entre los dos sexos, a Italia la ubica en el puesto 77 (de 134 países), por detrás de países como Botsuana. En cuanto a la presencia de mujeres en consejos de administración, la Comisión Europea ubica a Italia en el lugar 29 de 33. Entre los 466 cargos directivos de las firmas que cotizaban el año pasado en Milán, las mujeres ocupaban once (La Vanguardia, 30 de octubre de 2011). Según una investigación de Goldman Sachs, si las mujeres redujeran el desfase ocupacional (Womenomics) dispararían el PIB de Italia un 22%, sin embargo, ese capital humano queda totalmente desaprovechado.

 

Jacopo Morelli, presidente de los jóvenes de la patronal Cofindustria se ha cansado de declarar que “Italia no es un país para jóvenes. Es un país contra los jóvenes, secuestrado por egoísmos generacionales y por una persistente gerontocracia”. (En algo se parece nuestra burocracia mexicana tan enemiga de la meritocracia.) Berlusconi tiene 71 años, a pesar de su juvenil figura fabricada a punta de bisturís, y el presidente Giorgio Napolitano tiene 86.

 

Por su parte, los baby-pensionados, (como recientemente llamó Gianfranco Fini -presidente del parlamento- a la esposa de Umberto Bossi -líder de Liga Norte, partido socio de Berlusconi- por haber obtenido una pensión a los 39 años) consumen hoy el ingreso del futuro, que no gozarán, los jóvenes que trabajan hoy, cuando sean mayores. Total, el futuro nunca ha existido salvo cuando la realidad se asoma.

 

Las calificadoras de riesgo han hecho entender al mundo entero que los políticos son proclives a la retórica de la corrupción. Italia no es la excepción.

 

Los italianos le creen más a Alessi y a Armani que a Berlusconi. Los dos primeros les otorgan juguetes, ropa y placer mientras que el primer ministro les otorga show a un precio muy alto. Más caro que un cuarto de hotel en Dubai; más caro que un traje cinco estrellas.

 

 

 

fausto.pretelin@24-horas.mx @faustopretelin