La tasa de fecundidad entre las adolescentes mexicanas de entre 15 y 19 años es inquietante. El porcentaje de embarazos entre mexicanas en este rango de edad es el doble que en Estados Unidos, seis veces más que en España y 14 veces mayor que en Japón.

 

Según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), 97.4% de las adolescentes de entre 15 y 19 años conocen algún método anticonceptivo, sin embargo 59% no utiliza ningún método en su primer encuentro sexual, lo que resulta en que 17% de los nacimientos en el país corresponden a mujeres menores de 20 años.

 

La tasa de fecundidad entre adolescentes en México es de 69.5 nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años de edad. La fecundidad de las adolescentes suele ser considerada como problemática por diversos factores: los riesgos de salud que entraña la reproducción en edades tempranas; la fuerte asociación entre la maternidad antes de la adultez.

 

Además, la existencia de condiciones de precariedad socioeconómica, la cual no sólo tiende a preceder a la fecundidad de las adolescentes, sino que también impacta las condiciones de vida futuras; además de la naturaleza no planeada ni deseada de buena parte de los embarazos en esta etapa de la vida.

 

El comportamiento actual de la población adolescente, considera la doctora Olga Georgina Martínez, directora general del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud, es particular, porque se trata de un grupo que se ha beneficiado de los avances en materia educativa y de salud pero, por factores en los que resulta urgente ahondar, no es capaz de llevar a la práctica sus conocimientos, habilidades y preferencias.

 

Si bien la tasa de fecundidad adolescente muestra una tendencia descendente a lo largo del tiempo, al pasar de 81.4 nacimientos por cada mil mujeres entre 15 y 19 años de edad en el trienio 1989-1991, a 69.5 en el periodo 2006-2008, la velocidad a la que ésta disminuye es menor a la observada en otros grupos de edad.

 

La doctora María Martha Collignon Goribar, profesora-investigadora del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, precisa que se trata de un problema complejo y multifactorial. Para empezar, dice, habría que cuestionar el supuesto de que mayor información es igual a prácticas más saludables y protegidas.

 

“Este presupuesto no siempre aplica porque si bien se habla de los beneficios que trae el ejercicio diario, uno supone que la gente va a hacer más ejercicio porque sabe algo que antes no. Pero no necesariamente es correcto en todas sus dimensiones, porque las transformaciones de ciertas prácticas o de cierto ejercicio no se alimentan sólo de información, intervienen otros elementos. Es cierto, los jóvenes tienen ahora más herramientas para protegerse en sus relaciones sexuales, pero eso no significa que las utilicen en la forma en que nosotros suponemos o quisiéramos que lo hicieran”, indica.

 

Collignon Goribar, quien es investigadora principal del ITESO del proyecto de investigación latinoamericano “Medios y Salud Pública: la voz de los adolescentes”, identifica también como uno de los factores en los que hay que reflexionar al marco cultural histórico en el que se mueven los jóvenes mexicanos.

 

En México, no nos gusta reconocer que nuestros jóvenes tienen relaciones sexuales antes de casarse. “Somos una sociedad que nos hemos movido poco en términos de reconocer que la sexualidad no sólo se ejerce dentro del matrimonio, no sólo se ejerce entre personas de sexo diferente, no sólo sirve para la reproducción y no sólo con una pareja, pueden ser varias.

 

“Cuando no reconocemos que esas otras son prácticas cotidianas, nos cuesta mucho trabajo enunciar información para esos jóvenes que de alguna manera están actuando “por fuera de la ley”, porque la sexualidad en México está pensada para ejercerse dentro del matrimonio, con una sola persona y para procrear.

 

Los jóvenes de ahora, abunda, han nacido dentro de este marco que, aunque fisurado y cuestionado, no deja de ser restrictivo. “Cuando ese es el modelo educativo, familiar, religioso e incluso es reproducido por los medios de comunicación, los jóvenes están viviendo su sexualidad al margen de eso. Al vivir así no planean sus encuentros sexuales, no sé si deberían planearlos, pero lo que es un hecho es que no lo hacen, las condiciones se dan y ellos las aprovechan, por lo tanto no piensan en un sexo protegido”, subraya María Martha Collignon.

 

Desde los años 70 México implementó una política de planificación familiar que, después de casi cuatro décadas, puede considerarse exitosa, pues la fecundidad se ha reducido y la cobertura de métodos anticonceptivos se ha incrementado. Sin embargo, el impacto no ha sido homogéneo y algunos grupos poblacionales se han mantenido en el rezago en esta materia, como la población adolescente.

 

Para María Martha Collignon no sólo la tasa de fecundidad es un problema, asegura que habría que añadir la tasa de incidencia en infecciones de transmisión sexual, en abortos de adolescentes y en muertes materno-adolescentes.

 

Sin embargo, la especialista destaca que vamos por buen camino, que se han logrado buenas cosas y es importante no quitar el dedo del renglón. Recuerda que los procesos de cambio cultural siempre son mucho más lentos que otros y ofrece algunas recomendaciones: “Hay que mejorar la calidad de la información en torno al sexo protegido. Lo que hay se queda corto. Habría que hacer campañas para desmitificar el asunto de que el condón es algo engorroso, incómodo y que le resta sensibilidad a la relación sexual.

 

“Tenemos que colocar a la sexualidad en la agenda pública, que lo veamos como un tema no sólo de orden moral privado, sino de salud física, social y sicológica. Que la gente pueda vivir de manera más sana su sexualidad, que pueda disfrutarla de manera informada y responsable. También habría que añadir a la información mensajes que pongan a los sujetos en posiciones de reflexión y no sólo de asimilación del dato, no sólo decirles que hay que usar condón, sino qué representa para una pareja utilizar un condón, por ejemplo”, precisó.

 

 

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