1. La censura

La historia de la cultura en México es, desde la fundación del país, en 1521, una historia de censura y de cómo escapar a ésta. Ha habido varias formas para tratar de escapar a este acoso inquisitorial que se impuso en Europa hasta que llegó el llamado siglo de las luces. Si existe una Verdadera historia de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo es porque tal vez hubo otras, que no se publicaron porque no las aprobó la censura o no fueron sometidas a esta. Más aún: el libro de Bernal que se imprimió difiere de su manuscrito. En aquel dice que para celebrar la caída de Tenochtitlan las huestes de Cortés fueron a Coyoacán y concelebraron misa a fin de dar gracias al creador por el éxito de su empresa. En el manuscrito se lee, en cambio, que después de su hazaña fueron a Coyoacán a celebrar como se debe: con una francachela, tal vez con pulque porque a esas alturas ya no tenían vino. Seguramente fueron los primeros europeos en empulcarse.

 

Junto con los discípulos indios a los que enseña latín y los frailes a los que hace aprender náhuatl en el colegio que se funda en Tlatelolco,  Bernardino de Sahagún escribe una historia precolombina, a la que llama Historia general de las cosas de la Nueva España para escapar a la censura. En esta obra no se somete a la censura, pero en la versión de los códices que dan cuenta del pasado prehispánico sí la ejerce. Los tlacuilos (escribas locales) fueron puestos a reescribir los códices suprimiendo los vínculos entre sus divinidades y la vida real. Las anotaciones en latín y, más tarde, en castellano, y los dibujos de iglesias, caballos, frailes y soldados poco a poco roban espacio a los pictogramas de los códices originales con el obvio propósito de despojarlos de su sentido religioso. A partir de entonces las creencias locales hallarán refugio en las prácticas religiosas clandestinas, algunas de las cuales (como las que se llevan a cabo en una pirámide de Papantla) van a perdurar hasta finales del siglo XIX o principios del XX. Por entonces no se escapa a la censura entre líneas, sino entre pirámides.

 

2. Entre líneas

Hacia finales del siglo XVII la censura en México y en España es casi total. Casi porque mentes privilegiadas como la de Sor Juana Inés de la Cruz dicen todo lo que quiere entre líneas. El recurso más destacado en este ejercicio es la ironía. Adopta las formas más solemnes sólo para burlarse de ellas y dice de tal manera aquello en lo que no cree que sólo un tonto puede creerle. Los listos, en cambio, no caen en la trampa. Este es el caso del obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, a quien molesta profundamente la Carta atenagórica de Sor Juana, y más aún la respuesta a la crítica de que es objeto en la misiva, dirigida a Sor Filotea, nombre que da la monja al mismo obispo. Como la censura no basta frente a la inteligencia crítica las autoridades eclesiásticas optan por el despojo y la intolerancia: arrebatan a Sor Juana su biblioteca y le prohíben escribir. Poco tiempo después muere la mente más lúcida de su tiempo y aun de tiempos por venir.

 

*Escritor y Director de la revista Estudios.