Los agentes de la DEA penetraron ya a los cárteles mexicanos. Primero lo hicieron “colgándose” de sus números telefónicos, después pusieron en su nómina de informantes a operadores de medio nivel de esas mafias; un tercer paso fue colocar micrófonos en reuniones cerradas entre capos y, finalmente, lograron insertar a agentes encubiertos dentro de las organizaciones.

 

La Agencia Antinarcóticos Estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés) logró, en diferentes niveles, adentrarse en los cárteles del Golfo, el Pacífico, La Familia, los Beltrán Leyva y los Zetas.

 

Desde 2006, año en que se tiene registro documental de esas operaciones, los agentes han utilizado distintas fórmulas para infiltrar a los grupos y obtener información que va desde conversaciones, nombres, fotografías, direcciones, vínculos y operaciones, entre otros.

 

Una de las formas en que a los agentes de la DEA se les abrieron las puertas a niveles más altos entre los grupos, fue la cooptación de socios importantes de los cárteles, como el caso del informante Humberto Loya Castro “El Licenciado”, quien tenía un papel importante en la asociación entre Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada y Juan José Esparragoza Moreno “El Azul”, y que acercó a Vicente Zambada Niebla “El Vicentillo”, con los agentes de la DEA.

 

Pero ese caso no es el único. Reportes de la Agencia Federal de Investigación (AFI) muestran que en diferentes ocasiones recibieron información para llevar a cabo operativos “urgentes” para detener a integrantes de organizaciones. En esas ocasiones la información fluía, prácticamente, en tiempo real, precisa un funcionario de PGR.

 

En noviembre de 2010, por ejemplo, el contacto de la DEA habló a uno de los jefes de la AFI, para informarle que Jesús Méndez Vargas “El Chango”, identificado como líder del cártel de La Familia, llegaría a un palenque en la zona de tierra caliente de Michoacán, para disfrutar de las peleas de gallos, por lo que un operativo permitiría su captura. Les dieron la ubicación y el tiempo en el que deberían de intervenir. Llevar a cabo la movilización policiaca no fue tan rápido como esperaban, porque debían participar sólo agentes confiables y bien entrenados, además de portar el equipo adecuado.

 

“Llegó un momento en que los agentes de AFI recibían llamadas del contacto de la DEA cada 10 minutos y nos reportaba, a detalle, cada movimiento que hacía ‘El Chango’. Nos insistía en que nos apuráramos porque podría marcharse en cualquier momento. Sólo personas que estaban en ese palenque y que no podían ser identificadas eran quienes proporcionaban esa información”, detalló la fuente consultada.

 

La captura de Méndez Vargas no se pudo consumar, porque cuando los agentes federales llegaron, a bordo de dos helicópteros, al municipio de Arteaga, había logrado escabullirse entre la multitud, porque lo que no especificaron los agentes de la DEA es que al palenque, ese día, habían asistido más de dos mil personas.

 

Otro de los ejemplos de infiltración es cuando los agentes estadounidenses lograron colocar un dispositivo en un teléfono celular, a través de uno de sus informantes, en una reunión en la que participó Humberto Lazcano “El Lazca”, identificado como líder del cártel de Los Zetas. Lo que se dijo en ese encuentro fue grabado por la DEA “en tiempo real”.

 

Autoridades mexicanas, fuera

De acuerdo con los documentos que forman parte de juicios iniciados en distintas Cortes de Estados Unidos, contra integrantes de las mafias de las drogas que operan en México, así como consultas realizadas a funcionarios y ex funcionarios mexicanos, la información que la oficina antidrogas estadounidense ha obtenido a través de sus métodos de infiltración, en su mayoría no ha sido compartida con las autoridades mexicanas.

 

Todos los datos se han procesado como información de inteligencia y después la han integrado a sus juicios. Por ejemplo, ni siquiera han informado a sus similares mexicanos cuando han conocido de cargamento de drogas o de operaciones de dinero, de acuerdo a los documentos han preferido rastrear las rutas e identificar a los operadores, antes que “reventar” la investigación.

 

Además, la información que han ofrecido a México ha sido entregada sólo a agentes que tienen catalogados como de confianza, porque su trayectoria y forma de operar han sido verificadas por ellos, ya que para la DEA no todos los funcionarios mexicanos son honestos.

 

Otro método que les ha proporcionado gran cantidad de datos sobre los grupos, ha sido la negociación con capos mexicanos detenidos en su territorio o extraditados desde México, a quienes a cambio de su confesión les han ofrecido beneficios.

 

Esto ocurrió, por ejemplo, en los juicios contra Francisco Javier Arellano Félix “El Tigrillo” y Osiel Cárdenas Guillén, líderes del cártel de Tijuana y del Golfo, respectivamente. Sus expedientes fueron sellados y la  información que proporcionaron ha sido una puerta para encontrar formas de infiltración en los cárteles mexicanos y esos datos tampoco han sido compartidos con México.