PARÍS. Con más de ocho décadas de experiencia. Era libre, millonaria, poderosa y se daba el lujo de mantener como rey a uno de los fotógrafos más cotizados del Viejo Continente. Se consideraba una mujer feliz.

 

Todos sus problemas comenzaron en casa, en 2007, cuando su hija denunció por abuso de poder al fotógrafo e íntimo amigo de su madre, François-Marie Banier, quien había recibido cientos de millones de euros en regalos de la anciana, obras de arte y seguros de vida.

 

Los secretos de la heredera de L´Oréal comenzaron a ventilarse en los diarios franceses y poco a poco fueron inundando las tapas de revistas y periódicos de todo el mundo.  Competían incluso con los cientos de anuncios que el grupo despliega a todo color en las principales publicaciones del planeta. Pero su historia se recordaba más que las melenas brillantes y las jóvenes modelos que con ellas aparecían.

 

L´Oréal es una empresa global de cosméticos, dueña de entre muchas marcas, The Body Shop, Vichy, Redken, Mizani, Maybelline y Roger&Gallet. Y el escándalo que protagoniza la dueña del 31 por ciento de las acciones del corporativo no es el primero de la familia. Como recuerda The New York Times, el hombre que la fundó en 1909, Eugene Schueller (papá de Bettencourt), apoyó a los nazis. El esposo de Liliane, André, escribía para un semanario anti semita, patrocinado también por los nazis, durante la guerra.

 

André Bettencourt se unió después a la resistencia francesa y se hizo amigo de Francois Mitterrand, el futuro presidente socialista. Después de la guerra, esa amistad cultivada en la juventud ayudó a la familia a proteger su fortuna de las campañas anti nazis.

 

Los problemas de la heredera comenzaron de nuevo en 2007, cuando parecía que todo estaba en paz y la historia había sepultado el pasado políticamente incorrecto de su familia.

 

Su única hija, Françoise Bettencourt-Meyers, demandó a Banier. Lo acusaba de manipular a su madre para robarle su fortuna (de alrededor de 17 mil millones de euros). Por ejemplo, mil millones de euros en un año, pinturas y otros regalos, incluyendo, al parecer, una isla en Seychelles.

 

El cisma familiar entre la anciana y su hija, que cada vez fue subiendo de tono, hizo que en 2009 salieran a la luz más de 20 horas de grabaciones clandestinas registradas por el mayordomo de la heredera de L’Oréal.

 

Las cintas, con las que se pretendía probar que el fotógrafo se aprovechaba del dinero de la anciana, hicieron que el escándalo adquiriese ramificaciones político-financieras que apuntaban directamente al entonces ministro de Presupuesto, Eric Woerth.

 

La justicia abrió media docena de investigaciones sobre Woerth, que al final abandonó el cargo tras descubrirse que su esposa trabajaba como asesora en la gestión de la fortuna de Bettencourt, quien se supone pudo haberse beneficiado de un trato fiscal favorable.

 

La Hacienda francesa reclamó inicialmente a Bettencourt 30 millones de euros por evasión fiscal, aunque se sospecha también que ocultó al fisco la posesión de la paradisíaca isla.

 

Las derivaciones del escándalo afectaron incluso al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, al que se vinculó con una presunta trama ilegal de financiamiento político de su campaña para acceder al Palacio de Elíseo en 2007.

 

El pasado 31 de agosto, la juez que instruyó inicialmente el “caso Bettencourt”, Isabelle Prévost-Desprez, reveló en el libro Sarko m’a tuer, escrito por dos periodistas de Le Monde, que una testigo clave vio a Sarkozy recibir sobres con dinero de parte de la máxima accionista del imperio L’Oréal.

 

Se trataba de la enfermera personal de la multimillonaria, Henriette Youpatchou, quien inmediatamente negó las confesiones que se le atribuían.

 

Además, según informó el pasado septiembre el periódico Libération, en el verano de 2010 se constituyó en la presidencia francesa una célula especial, un “gabinete negro” para obtener “en directo todas las informaciones del escándalo Woerth-Bettencourt, identificar el origen de las filtraciones en la prensa y organizar el contraataque político, entre otros objetivos.

 

Es decir, de acuerdo con el rotativo, el Elíseo utilizó los medios del Estado para inmiscuirse en los asuntos de la justicia y en el trabajo de los periodistas recurriendo a la policía y al contraespionaje.

 

El affaire pareció llegar a su final el pasado 17 de octubre, cuando la justicia francesa puso bajo tutela a la multimillonaria de 88 años de edad.

 

El mayor de los nietos de Bettencourt, Jean-Victor Meyers, se encargará de la tutela personal de la anciana mientras que sus bienes y su fortuna pasarán a ser gestionados por sus dos nietos y por su hija, Françoise Bettencourt-Meyers.

 

La decisión del tribunal de Courbevoie, a las afueras de París, no tendrá efectos sobre L’Oréal y la tutela no se notará en el control accionario del grupo de cosmética, ni sobre los acuerdos alcanzados en 2004 con el grupo suizo Nestlé, el otro gran accionista de la marca, declararon sus tutores en un comunicado.

 

Poco antes de que se celebrase la audiencia, el diario Le Monde reveló que los exámenes médicos en los que se iba a apoyar la sentencia señalaban que Bettencourt sufre una demencia y mal de Alzheimer en un “estado moderadamente severo”, entre otras afecciones.

 

El Partido Socialista (PS) francés pidió una investigación sobre el supuesto tráfico de dinero negro en beneficio de Sarkozy, que intentará renovar como jefe del Estado en las Presidenciales de la próxima primavera.

 

El Elíseo desmintió tajantemente las acusaciones de la magistrada, que tildaron de “escandalosas, infundadas y falsas”, al igual que el primer ministro, Fraçois Fillon, quien aseguró que se trataba de “una manipulación que solo puede explicarse por estar en periodo preelectoral”.

 

En una entrevista publicada en Le Journal du Dimanche, la anciana aseguró que si su hija ganaba el proceso que les enfrenta y pasaba a hacerse cargo de su tutela, abandonaría Francia y se instalaría en el extranjero. (EFE)