ETA ha anunciado este jueves pasado el “fin de la actividad armada”‘ sin condiciones. Una gran noticia para España y para el País Vasco, también para Francia y Europa, aunque con un sabor amargo. 829 víctimas mortales impiden hablar con otros términos. Es gran noticia y una puerta que se abre a un futuro en libertad. No se pueden usar muchos más calificativos, excepto para el reconocimiento de todos los que han trabajado para llegar a una solución con el instrumento de la Conferencia de San Sebastián. Es una gran noticia, porque debe ser el fin del tiro en la nuca, del bombazo, de la extorsión, del odio y el inicio de una convivencia pacífica donde las diferencias políticas se resuelvan políticamente. Una gran noticia si no fuese porque todavía planea la incredulidad después de tanto derramamiento de sangre durante 43 años y tantas víctimas, las mortales y todas las directamente relacionadas con este largo y triste episodio de la historia de España. Un triunfo de la democracia sin duda, arduamente labrado. Tardaremos en comprender el  tan dramático y sangriento despropósito que nació con la dictadura y se enquistó con la democracia, y habrá que poner años de por medio para que la mayoría de la población también lo comprenda y, con ello, se dejen de lado las explicaciones simples y obstructivas. Seguramente hasta que esto no suceda no se alcanzará la solución políticamente definitiva.

 

Sin embargo el inicio del fin no está exento de riesgos de recaídas como ha sucedido en otros procesos similares a lo largo de la historia. ¿Cómo llegar a la reconciliación con tantas generaciones de sufrimiento acumulado? ¿Cómo lograr que no haya vencidos, lo cual es seguramente más fácil que pensar que no haya vencedores? El triunfo siempre se puede atribuir a la razón, a la sensatez o a la democracia. Sin embargo, los que dicen que nunca hubo confrontación armada sino puro crimen, atribuyen principalmente el éxito a la acción policial. Por el contrario, aquellos que lo presentan como un conflicto armado, se apoyan y se apoyaron en una relativamente importante base social y política que en mayor o menor medida, se mantiene. Difícil solución si los primeros no son prudentes y consideran que determinadas opciones políticas son la franquicia de la banda armada, mientras que, los segundos, siguen amenazantes y amenazando aunque sea con los puños. Batasuna ya ha declarado que la decisión de ETA no cierra el conflicto. Cierto, a partir de ahora el conflicto se cerrará en las urnas y para que esto ocurra todos deben aceptar su veredicto y competir electoralmente en condiciones de libertad.

 

El problema del conflicto y su resolución pasa en gran medida por la posición de las víctimas. ¿Cómo llegar a la reconciliación desde la perspectiva de las víctimas, si la salida política al conflicto exige comportarse con los activistas armados como si nada hubiese pasado, cuando algo de extrema gravedad ha pasado? Exige, dar salida política a quienes negaron durante tanto tiempo dicha salida con las armas. Esta salida política también requiere la incorporación a la vida ciudadana y profesional de los que colaboraron con la violencia criminal e incluso, desmantelaron con discreción el sistema punitivo, legal y legítimo del Estado. Es decir, acercando presos a sus lugares de origen e incluso excarcelando. Es decir, acercando los que fueron activistas hacia el territorio donde mayormente residen los familiares de las víctimas y están los panteones como testigo. ETA que no se disuelve, ya ha dicho que no iba a interferir en la actividad política y se iba a ocupar solo de sus presos. Ocuparse de sus presos solo tiene una interpretación, que dejen de tener la condición de presos, pues en la medida que sigan con tal condición, de ellos ya se ocupa el Estado. El camino no es ni fácil ni exento de riesgos.

 

No hay duda que hemos recibido una gran noticia. Para que acabe siendo buena se necesitará una gran dosis de voluntad política desde el Estado y sus gobiernos. No tendrá una solución rápida y habrá que contar con la ayuda de los profesionales en mediación de conflictos. Y sobre todo, habrá que confiar en que sin vencedores ni vencidos, víctimas y activistas no se consideren como tales y no intenten llevar al terreno político todo el excedente de odio que quedó en la recámara de las pistolas. La entrega de armas es condición indispensable para avanzar en lo que se pretende decir en el comunicado, también exige el almacenamiento de las armas políticas en favor de los instrumentos de la democracia, con humildad y sin arrogancia. Si no se pueden reconocer los errores, se deberá evitar persistir en ellos.

 

*Director de la revista Foreign Affairs Latinoamérica