BUENOS AIRES. El día de hoy Argentina define un nuevo período presidencial. Es más, decide si debe o no darle continuidad al modelo kirchnerista iniciado en el 2003. Contrario a lo que cabría esperar, el clima es de absoluta calma y lo que reina es la previsibilidad. No hay dudas: Cristina Kirchner ganará en primera vuelta y por lejos, con una ventaja no menor a los 35 puntos.

 

Se vive entonces -vaya paradoja- una situación anómala para un país que hace poco más de diez años no sabía siquiera si iba a continuar existiendo. El 2001 fue el año de la debacle, los saqueos, la devaluación del peso, el corralito financiero, los muertos por la represión policial, el “que se vayan todos”; el 2011, en cambio, cierra cuatro años signados por la adquisición de autos 0 km y televisores de pantalla plana junto a la asignación universal por hijo, las leyes de matrimonio igualitario y de medios audiovisuales, los juicios a represores de la última dictadura militar.

 

Por otra parte, las elecciones de hoy aparecen enmarcadas por dos actos conmemorativos que bien sirven como compendio de esta presidencia. El jueves pasado se cumplió un año de la muerte del militante Mariano Ferreya a manos de una patota* sindical y, en conmemoración, la Plaza de Mayo albergó a la izquierda opositora. Dentro de unos días habrá pasado un año de la muerte de Néstor Kirchner, fundador e ideólogo de lo que se conoce como movimiento kirchnerista. La plaza, que no quepan dudas, va a estar colmada.

 

La crisis internacional que lleva varios años desplegándose pareciera quedar fronteras afuera. Una política de gobierno que se apoya en la acumulación de reservas por parte del Banco Central y un modelo agroexportador orientado a sojizar cada vez más el territorio argentino, permiten enfrentar la crisis internacional con un margen de maniobra que otros países no tienen. Esta última resultó ser una política efectiva ya que es fuente de ingreso de divisas de monedas fuertes. Sin embargo queda por ver cuál es el costo social de apostar a un universo rural cada vez más despoblado y contaminado de agrotóxicos. Queda por ver, también, cuán expuesto se está a los mercados internacionales de granos y sus caprichos.

 

Acostumbrados a vivir con un horizonte de expectativas muy acotado, los argentinos parecemos desorientados. Ocurre que no es para nada frecuente tener todo tan fríamente calculado. Va contra la tradición política argentina. Lo cierto es que hoy por la noche podrá haber discusiones, voces encendidas de enojo o de festejo, pero no sorpresa. Porque esto sí es bien argentino: ir a contracorriente de lo que pasa en el resto del mundo.

 

*Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Realizador audiovisual.