México, 1994. El país se tambaleaba por una enorme crispación política interna que iba de un levantamiento armado indígena al asesinato de un candidato presidencial, pasando por un caos financiero desatado por la renuncia de un secretario de Estado.

 

En ese contexto de caos, el ancla de certidumbre y de soporte lo daba un hecho externo: México, Estados Unidos y Canadá estrenaban un tratado de libre comercio que disparaba las ventas de productos nacionales en el exterior y que, de hecho, facilitó un préstamo billonario al gobierno de esta nación para enfrentar la crisis que se generó.

 

En el México de 2017, una indígena del movimiento zapatista recorre el país, con todo y Ciudad Universitaria incluida, en busca que firmas que le permitan ser candidata a la Presidencia bajo las reglas de la democracia mexicana.

 

En una sola semana renuncia el secretario de Hacienda, se va el gobernador del Banco de México y llega su reemplazo y nombran candidato presidencial del PRI a la Presidencia, y todo sin un solo sobresalto financiero.

 

Sin embargo, hoy, contrario a lo que ocurrió hace 23 años, uno de los principales factores de riesgo es aquel acuerdo comercial de Norteamérica que en la actualidad se tambalea ante el movimiento que provoca el populismo que se ha instaurado en Estados Unidos.

 

Pero hay una diferencia básica entre el México de 1994 y este país de hoy, y es la fortaleza de sus finanzas y su economía.

 

Decían con cinismo los que llegaron a gobernar en 1995 que les habían dejado la economía prendida con alfileres y respondían con mucho más cinismo los que se iban que para qué quitaban esos alfileres.

 

Hoy, con todo y la amenaza de que Donald Trump pudiera terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la economía muestra una enorme resistencia a los choques externos.

 

En el México de mediados de los 90, el tipo de cambio era fijo y su defensa desfundó rápidamente las pocas reservas internacionales que, además de secretas, eran pequeñas. Hoy, la paridad no es un objetivo, sino una válvula que ha demostrado su efectividad y las reservas del país, con todo y fondo contingente, superan los 250 mil millones de dólares.

 

Hoy, no hay deudas de corto plazo impagables; hoy, México paga tasas bajas y en plazos cómodos al tiempo que durante los dos últimos años la Secretaría de Hacienda corrigió de manera magistral el crecimiento de la deuda respecto al Producto Interno Bruto (PIB).

 

El México de mediados de los 90 enfrentó la peor caída del PIB en muchas décadas, el peor desempleo también en mucho tiempo y la quiebra del sistema financiero y de las finanzas familiares. Hoy, todo eso es totalmente lejano a la economía mexicana.

 

Vale la pena echar una mirada atrás a las condiciones que teníamos hace no muchos años para apreciar de mejor manera el entorno actual, independientemente de que hace un cuarto de siglo teníamos una conveniente cercanía con Estados Unidos que hoy se ha convertido en amenaza.