El gobierno de Miguel Ángel Mancera podría resultar como la participación de Francia en el mundial de Sudáfrica. Altas expectativas pero un desempeño tal que quedaron en uno de los últimos lugares. No lo digo porque recibió dos de cada tres votos, sino porque frente a tres candidatas que no lograron articular una propuesta de ciudad, Mancera se alzó con propuestas innovadoras que dieron lugar al mejor programa de gobierno que haya tenido la ciudad en décadas: es articulado, sólido, prospectivo, la ruta que necesita la ciudad.

El problema es que en la práctica se vuelve cada vez más evidente que en cada secretaría ven sólo por lo suyo, y que aún al interior de las secretarías, los subsecretarios, directores generales o titulares de organismos llevan sus propios temas, ritmos y estrategias para defenderse del sabotaje que enfrentan de los funcionarios de al lado.

Lo que desde 1997 sonaba inimaginable ahora es posible: el regreso del PRI al gobierno del Distrito Federal. El gobierno de Mancera avanza pero no convence, va dejando pendientes en todas las materias, hasta en la procuración de justicia, que era su tema. Con pequeñas acciones (como la ley seca en Semana Santa) va dejando señales de que es un hombre de derecha encabezando un gobierno que se autodenomina de izquierda. Y la izquierda calladita mientras tenga hueso.

En las protestas durante su discurso en la Comisión de Derechos Humanos, en vez de mostrar “una buena mano izquierda”, Mancera huyó. Y a la antigüita, a descalificar e inventar historias, hasta la presidenta de la CDHDF se sumó. A Gisela Pérez de Acha, quien se posó frente a Mancera con una pancarta, le inventaron un nombre, un novio en la cárcel y una ideología. Y ahora Mancera manda granaderos a manifestaciones menores con cualquier pretexto ¿Hace cuánto que no sucedía esto?

La organización Bicitekas acaba de presentar una queja ante la misma CDHDF por 25 casos documentados de omisiones de la Secretaría de Seguridad Pública en la aplicación del reglamento. Esta semana, mientras tomaba una foto a un vehículo del GDF invadiendo el carril del Metrobús, los empleados que iban a bordo me hacían señas obscenas y se burlaban de mí. Lo que se estaba avanzando en respeto a las reglas enfrenta retrocesos. La burla era más que justificada, el ciudadano de a pie no tiene poder en México ni con una cámara ni con las redes sociales. El gobierno no funciona.

Mancera creó la Agencia de Gestión Urbana, inspirada en la figura del “city manager”. Esperábamos que por fin hubiera coordinación entre quienes pavimentan las calles y quienes las perforan, esperábamos eficiencia en el uso de los recursos. Eso es lo que menos preocupa a la AGU, su director sigue pensando en cómo hacer autopistas urbanas y cómo convertirse en el sustituto de Mancera. Y lo dejan.

El gobierno de Mancera lleva tres meses justificando por qué cerró la línea 12 del metro, buscando culpables y cómo no pagar, antes que atender la prioridad número uno: dar servicio de transporte a medio millón de personas que tienen estaciones, vías y trenes cerca de su casa; infraestructura inutilizada, a pesar de que se siguen realizando maniobras de trenes en las vías supuestamente incompatibles.

¿Quién es Mancera, el de las fotos frívolas con artistas o deportistas? ¿El de los funcionarios ligados al ambulantaje? ¿El de los funcionarios salinistas? ¿El salamero con el gobierno federal? ¿El de la ineptitud en el metro? ¿El de la indolencia de la policía? Simplemente creo que no ha entendido aún su rol como líder y articulador de un equipo. Pero que no se tarde, porque esto apunta a un desastre.