Circula un camión anaranjado que obliga recomendar prudencia. No traten de abordarlo. Porque no, no es un Turibús, por mucho que sus tripulantes se digan dispuestos a viajar por todo el país. Tampoco es uno de esos camiones para irse de fiesta; de hecho, si alguien entre ustedes se despista y sube, le deseo de corazón que vaya armado con una pachita de whisky. Tampoco es un autobús destinado a levantar la voz ante los reiterados abusos sexuales contra menores cometidos por miembros de la Iglesia, por mucho que diga en su costado “Dejen a los niños en paz” y “#ConMisHijosNoSeMetan”. Uy, no. El camión, que alguien bautizó Autobús por la Libertad, viaja por este Valle de Lágrimas para “defender a la familia tradicional”, lo “natural”, y oponerse a lo que sus tripulantes llaman “ideología de género”, que es lo que tú y yo llamamos matrimonio igualitario, educación sexual y cosas así.

 

Pero hay otra razón para no subirse al Autobús, y es que en una de esas te toca convivir con Juan Dabdoub, que viene a ser el presidente del Consejo Mexicano de la Familia pero también ese caballero al que vimos en un video en el acto de tapar la boca de una mujer, cuando se acercó para interrogarlo sobre el “matrimonio homosexual”. Un acto gravísimo no sólo por el gesto autoritario que implicaría callar así a alguien, sino porque –lo dice Estefanía Vela en The New York Times– significa tocar a una mujer sin su consentimiento.

 

El machismo, sobra decir, filtra todavía la realidad en todos sus aspectos, lo mismo en la idea de que la seño del hogar está ahí, cumpliendo con sus tareas, con lo que la basura o el de cable o el de Amazon pueden pasar en cualquier momento “de nueve a cinco” –lo comenta hoy con agudeza Paola Rojas en su artículo de El Universal–, que en la idiotez del mesero que te pregunta a ti si la damita va a tomarse unas medias de seda, que en el colega que le dice a la colega “mi vida”. Dabdoub, en ese sentido, sólo sería la cara más fea, tosca, del machismo.

 

Pero no. Ya explicó que no se trataba de callar a la joven, sino que “tiene la mano larga”. Un error. Menos mal. En uno de sus momentos más idiotas, Schopenhauer habló de la mujer como una criatura con los cabellos largos y las ideas cortas. Por culpa de gestos como el que dice Dabdoub que no tuvo es que luego los hombres parecemos tener manos largas e ideas cortísimas.

 

Yo, como sea, evitaré el Autobús. Igual Dabdoub nos sorprende a todos con que esos errores no sólo los comete con las mujeres y me calla también.

 

caem