La inflación reportada por INEGI a marzo pasado fue 4.25% a tasa anual. Una inflación elevada de acuerdo con el objetivo de 3% que se ha impuesto el Banco de México, aunque el gobernador Carstens y la junta de gobierno del Banco Central han intentado convencernos que este nivel será transitorio, dado que la llamada “inflación subyacente” o “inflación básica” -aquella que comprende los precios de los bienes y servicios con precios menos volátiles- es muy cercana a la meta de 3%.

 

El problema -dicen- es la “inflación no subyacente”; es decir, aquellas fuertes variaciones de precios en productos agropecuarios, energéticos y demás bienes y servicios con precios y tarifas controlados por el gobierno. Y tienen razón: La inflación no subyacente, medida a tasa anual, fue 8.29% a marzo pasado.

 

Si vemos con cierta atención las cifras de esta última nos daremos cuenta que, particularmente, el problema de la inflación se encuentra en el incremento de los precios de los productos agropecuarios. A marzo, la inflación de productos agropecuarios fue 14.29%, y dentro de esta categoría, los precios de frutas y verduras se incrementaron 19.85% y los pecuarios (aves, carnes y pescados) se incrementaron 11% a tasa anual.

 

El problema es que el incremento de precios de los productos agropecuarios “pesó” 55% en el registro general de inflación durante marzo pasado. Es decir, la inflación que hoy tiene la población en general en México está dominada por el alza de precios en los alimentos.

 

Pero hay un problema aún mayor. Dado el fuerte componente de gasto en alimentos de los pobres -según datos del INEGI, los hogares de menores ingresos destinan 50% de su ingreso a alimentos y bebidas- son éstos quienes resienten mayormente la inflación no subyacente que el Banco Central dice que es “transitoria”.

 

Sin embargo, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la “transitoriedad” esgrimida por el Banco de México en el incremento de los precios de los alimentos y su impacto en los más pobres del país, no es tal. No por lo menos según lo muestra su Indicador de la Tendencia Laboral de la Pobreza, ITLP, que se incrementó 25% entre 2005 y 2012.

 

Este índice -explica Coneval- mide “la proporción de personas que no pueden adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo”. Es decir, es un indicador de tendencia de corto plazo de la pobreza a partir del ingreso de los individuos y de los precios de los alimentos.

 

Según estas cifras, en los últimos nueve trimestres se ha incrementado la tendencia a la pobreza entre la población por la combinación de un incremento raquítico de su ingreso y un incremento sustancial en el precio de los alimentos. Vea. La canasta alimentaria se incrementó 63.2% entre enero de 2005 y enero de 2013, mientras que el ingreso laboral per cápita lo hizo en 18.1% entre enero de 2005 y diciembre de 2012.

 

Una carrera imposible para incrementar el nivel de bienestar de la población en general por la erosión en el poder adquisitivo de las familias, dados los fuertes incrementos observados en los precios de los alimentos en los últimos años.

 

Hasta marzo pasado, la apuesta de que los incrementos en los precios de los alimentos eran transitorios la había perdido el Banco de México. Pero más aún, la han perdido millones de familias con una inflación que ha destruido su bienestar.

 

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