No es un estado de sitio pero sí de corrupción. Lo del Partido Popular (PP) no es un estado de excepción pero sí de preocupación. Mientras que el presidente en funciones Mariano Rajoy perdió dos semanas para negociar su investidura con la oposición, los jueces se cansaron en despachar órdenes de presentación a juzgados a integrantes de la familia del PP en Valencia y Madrid. Variables exógenas con olor a pólvora, o si se prefiere, mensajes hiperrealistas a Rajoy que evidentemente no quiere escuchar.

 

Rajoy se ha quedado solo en la isla de la corrupción. Desde ahí lanza peroratas surrealistas. Reformas contra la corrupción. Sí. Ahora sí. En cuatro años no promovió una sola cuando tuvo la mayoría absoluta. Ahora que tiene mayoría en contra, lo promete.

 

El domingo pasado la presidenta del PP en Madrid Esperanza Aguirre renunció porque su círculo cercano quedó imputado por corrupción. Es de todos conocido que los dioses burocráticos no tienen manos para firmar contratos. Siempre son sus rehenes o esclavos quienes se juegan el pellejo por sus jefes. ¿Por qué renunció Esperanza?

 

Muy fácil. Su amigo y ex presidente José María Aznar se lo pidió bajo la premisa brillante de: “te digo Pedro para que me entiendas Pablo”. Te digo Aznar para que me entiendas Rajoy. El silencio sepulcral entre la directiva del PP se sostiene en la necesidad de cuidad la chamba porque no vaya a ser que en una de esa el presidente en funciones gane el milagro político de convertirse en el nuevo presidente español. Claro, siempre y cuando haya nuevas elecciones y, sobre todo, que el PP obtenga la mayoría absoluta o, por lo menos, el número máximo de votos en el Congreso gracias a la benévolo voto de opositores; pongamos por ejemplo a los nacionalistas que tanto a maltratado Rajoy desde el día uno de su gobierno hace ya cuatro años.

 

“Hemos conocido noticias de indiscutible trascendencia relacionadas con el PP de Madrid. No hay que darlas por absolutamente ciertas, pero su gravedad me lleva a presentar la dimisión”, comentó Esperanza Aguirre, y El País llevó sus palabras a la primera plana el pasado lunes. Para nadie es desconocida la bronca que sostienen Aznar y Rajoy. Aguirre fue una figura en el PP de Madid. Ahora grita desesperadamente que “la corrupción nos está matando a todos”. No asume que ella se benefició de contratos amañados pero sí asume la responsabilidad política, es decir, el rasgo no legalizable de la cosa púbica. Repito, ella no firmó contratos. Lo hicieron sus subalternos que religiosamente no declararán en contra de ella pero al decir que asume la responsabilidad política está vinculando el problema de la corrupción con el jefe máximo del PP: Mariano Rajoy. El mismo que escribió en su cuenta de WhatsApp a su cuate delincuente Luis Bárcenas, el que ocupó la dirección de la tesorería del PP: “Luis, sé fuerte”. Pobre Luis. En la cárcel por haber extorsionado a constructores para entregar democráticamente dinero negro a la cúpula del PP, incluido el propio Mariano. Luis ha sido fuerte pero el PP apesta. La corrupción ha dinamitado al partido. En pocos meses, cuando Rajoy se percate que ya no tiene poder, el PP tendrá que renovarse o morir. No tiene otra opción.

 

En efecto, el PP no está solo. También en el PSOE saben del tema. Sin embargo, es el PP el partido que gobierna, al menos en funciones.

 

Es probable que Aznar y Aguirre se reunieran durante las últimas horas para planear la salida “digna” de la que fue presidenta del PP en Madrid. Si el cuerpo de su número uno Francisco Granados tiene metástasis de corrupción lo mejor es que le transfiera sangre a Rajoy. Así ha de haber pensado Aznar, el hombre que a dedo nombró a Mariano Rajoy como su sucesor. Ahora se arrepiente.

 

Mientras tanto, Pedro Sánchez (del Partido Socialista Obrero Español, PSOE) trata de formar gobierno. De no poder: nuevas elecciones. ¿Se presentaría Mariano Rajoy a ellas? Podemos se lame los bigotes como gato después de un banquete.