El pasado martes 20 de noviembre el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, CEEY, que dirige Enrique Cárdenas, entregó el Premio Manuel Espinosa Yglesias 2012 a los profesores Stephen Haber de la Universidad de Stanford y Aldo Musacchio de la Universidad de Harvard por su trabajo con un título sugerente: “These are the good old days: Foreign entry and the mexican banking system” (He aquí los Buenos Viejos Tiempos: penetración extranjera y el sistema bancario mexicano).

 

A principios de este año el CEEY y la Fundación Espinosa Rugarcía decidieron que el tema de la convocatoria para participar en el premio fuera “transformación del sistema bancario mexicano a raíz de la crisis financiera de los 90 y la venta al capital extranjero”, un asunto controversial que ha sido debatido recientemente en el país a raíz de la crisis que viven los sistemas financieros de los países desarrollados y que, en todo caso, esperaría señales de política pública desde las altas esferas del gobierno entrante.

 

El jurado designado por el CEEY -del cual debo decir que formé parte- no dudó en la elección del trabajo presentado, bajo seudónimo, por Haber y Musacchio.

 

Ambos autores plantean una investigación -y escribo esto a título personal- sobre la construcción del sistema bancario en los años 90, durante la privatización de los bancos, basado en una desafortunada selección de incentivos perversos que condujo a excesos, inestabilidades y a la posterior crisis bancaria; y analizan el cambio de incentivos que se introdujo durante el gobierno de Ernesto Zedillo en la búsqueda de estabilidad perdurable en el sector para lo que se encareció el costo del riesgo que asumieron los particulares interesados en el negocio bancario que a la postre fueron, en su enorme mayoría, bancos extranjeros.

 

Para Haber y Musacchio la elección de políticas sobre la nueva arquitectura del sistema bancario que se tomó después de la crisis de 1995 fue la correcta, según la argumentación construida en base a la estabilidad que ha alcanzado el sistema bancario durante la última década, incluyendo los efectos globales de la grave crisis financiera que detonó en Estados Unidos en 2008. De allí que, según los autores, el ingreso de los capitales extranjeros al sistema bancario local ha contribuido significativamente a ese objetivo que se propuso.

 

Hasta allí el comentario sobre el premio que ganaron merecidamente Haber y Musacchio hace unos días. Pero llevando más allá la participación de la banca en la economía, por encima de la discusión sobre el origen del capital, habría que preguntarse si esta banca privada y pública que actualmente existe en el país tiene las condiciones, reglas e incentivos para impulsar el crecimiento de la tasa de inversión que necesita una economía que debe expandirse entre 5% y 6% anual durante los siguientes años. Allí también se esperan respuestas.

 

OÍDOS SORDOS… Semanas atrás el Auditor Superior de la Federación, Juan Manuel Portal Martínez, propuso la celebración de un pacto nacional contra la corrupción al que muchos políticos hicieron oídos sordos. A la propuesta habría que añadir un pacto por la austeridad presupuestal ahora que tanto se habla de megadeudas municipales y estatales producto -precisamente- del despilfarro y la corrupción.

 

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