Mientras estuve fuera tomando unos días de descanso aprovechando el verano, me vino a la mente eso que en muchos de nosotros sucede, de querer que todo se resuelva fácil y rápido. De hecho, no disfrutamos casi el tiempo que tiene que ver con el proceso de maduración para obtener resultados que requieren algunas de las decisiones que tomamos, quisiéramos que las cosas sucedieran o resultaran justo cuándo y cómo nosotros consideramos que debería de ser.

 

Nos gusta que las cosas se resuelvan rápidamente a nuestro gusto, que todo sea exprés, preferentemente, y que suceda en un abrir y cerrar de ojos. Esto pasa mas de lo que imaginamos, y me pregunto el porqué de esta forma de reaccionar frente al futuro, y aquí algunas posibles respuestas desde mi perspectiva:

 

La primera la refiero a la posible influencia de que en el mundo actual todo se vive de manera acelerada y estamos acostumbrados a ese ritmo, por lo que algo que suceda fuera del mismo es perder tiempo y dinero. Como dice el dicho, “time is money”.PAG-21-columna-tiempo

 

Otra de las razones que yo veo para querer todo cocinado en exprés puede ser que de esta forma tenemos menos tiempo para experimentar lo que está realmente sucediendo y así, según nosotros, no sufrimos tanto porque evitamos y evadimos sentir la incertidumbre y/o la frustración de que el resultado no sea el esperado, o nos apuramos a sentir la felicidad o el triunfo de que ya obtuvimos lo deseado rápidamente, para seguir corriendo.

 

Puede haber algunas otras razones o respuestas con las que tal vez coincidamos al respecto, sin embargo, a mi parecer, esto no es lo importante. Lo que sí considero importante de mencionar es que creo que sería bueno que aprendiéramos a aceptar que absolutamente todo en la vida tiene un tiempo de maduración y éste, definitivamente, no tiene nada que ver con nuestras expectativas personales aunque así lo quisiéramos.

 

Los procesos son tan largos o tan cortos como la naturaleza de los mismos lo requiera, y es aquí donde vale la pena poner atención y no desgastar nuestra energía apurando algo que tal vez no esté listo. Creo que cuando apresuramos las cosas por nuestra impaciencia, a nuestro miedo a que el resultado no sea el esperado, nos interponemos bloqueando la energía y no permitimos que las cosas sólo sean y resulten como tengan que ser, aceptándolas aun cuando este resultado no sea el deseado.

 

Y aunque ese fuera el caso, sin duda existe algo ahí de lo que podemos aprender, siempre y cuando tengamos la capacidad de verlo. Es por ello que hay que aprender del poder de ser pacientes, dándole tiempo al tiempo y expandir nuestra consciencia con la experiencia. Como dicen por ahí, la felicidad no está al final del camino, sino en el camino mismo.