Tomo la computadora y me siento en el comedor al que habitualmente acompañan espectaculares vistas de palmeras y árboles de la casa de enfrente. Verde por todos lados. Pero hoy es diferente, levanto la mirada y lo único que encuentro son barras de aluminio que oscurecen el panorama e impiden el ingreso de la luz natural: es la protección que tardamos más de cuatro horas en colocar el día de ayer en todas las ventanas de la casa. Por el momento tenemos luz, en unas cuantas horas no se sabe.

 

Lo único de lo que tenemos certeza, es que Matthew está en camino. Con paso lento y devastador, el mismo que visito Haití, Cuba, Bahamas.

 

En su bitácora de viaje está Florida, aquí donde vivimos.

 

Las calles están desiertas y la poca gente que se anima a salir es para buscar comida y agua. Son rostros serios que transmiten angustia y preocupación; es como llevar un espejo y ver reflejadas esas mismas expresiones en todas las personas con las que se cruza uno.

 

Todos sentimos lo mismo: miedo. Y al mismo tiempo es miedo de decir que lo sentimos. Recorre cada parte de nuestro cuerpo pero no nos animamos a decirlo con tal de no angustiarnos unos a otros.

 

Regreso a casa y mis hijos ven la televisión. El mayor tiene ocho años y entiende lo que está pasando; todas sus preguntas tienen que ver con Matthew: ¿quién es? ¿De dónde viene? ¿Cómo se formó? ¿Qué tan malo es? Uno trata de explicarle lo más apegado a la realidad cuidando cada una de las palabras con tal de no alimentar sus miedos.

 

 

“Estamos bien; no nos falta nada y estamos protegidos; son cosas de la naturaleza, werito”. Se queda pensativo y termina con una última pregunta. ¿Si Dios creó la naturaleza, quiere decir que a Matthew lo creo él?

 

Aún tenemos luz pero muy pronto la casa estará completamente oscura. Afuera se empiezan a mover los árboles. Las hojas se desprenden con violencia. Comienza a llover. Son los peones que anuncian la llegada de su comandante en jefe: una bestia de nombre Matthew.

 

Por hoy, lo demás es lo de menos. Habrá tiempo y espacio para platicar de un posible Mundial con 48 equipos (una absoluta locura), la defensa del árbitro César Arturo Ramos, el regreso de Reinoso al Tiburón o la nueva incomodidad por jugar la Copa Libertadores.

 

El huracán Matthew está por llegar…