El gobierno de Andrés Manuel López Obrador iniciará con buena estrella por la conclusión de las negociaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá.

Otro hubiera sido el escenario si se rompía el actual Tratado de Libre Comercio de América del Norte y no se lograba algo como el Acuerdo Estados Unidos, México y Canadá.

La estabilidad que logra el siguiente Gobierno con este acuerdo en materia de inversiones y comercio se complementa muy bien con los anuncios hechos hasta hoy con responsabilidad financiera.

Ya se podrá corroborar el próximo mes si realmente el paquete económico que presentará el Gobierno entrante como mero trámite al Congreso es realmente equilibrado en sus gastos. Si se cumple la palabra de ser responsables con la macroeconomía, López Obrador tendrá un inicio terso de administración.

Lo que sigue es que paguen la novatada, ya que todo Gobierno nuevo tiene una curva de aprendizaje y no es lo mismo ver los toros desde la barrera e insultar al matador, que tener al astado de 500 kilos enfrente en trayectoria de embestir.

Habrán de decepcionar a no pocos con el incumplimiento de muchas de las promesas de campaña, y seguro habrán de sorprender a otros tantos con las decisiones que tomen ya desde el poder. Porque no será lo mismo ser un Gobierno entrante que uno en funciones; vamos a notar la diferencia.

Pero con lo que se deben ayudar es con los mensajes que lanzan en este momento de euforia. Desde que, al calor de la plaza pública y el apapacho del pueblo bueno, López Obrador declaró al país en bancarrota, ha moderado su discurso. Porque no es lo mismo ser el eterno aspirante, que el próximo Presidente y con 53% de los votos.

Pero hacia abajo hay muchos muy acelerados que quieren emprender una revolución cultural que borre la huella de los Gobiernos que tanto han repudiado por tanto tiempo.

La conmemoración del 2 de octubre nos dejó una muestra de cuáles son los alcances de lo que la sociedad gobernante quiere imponer a la sociedad civil.

Está claro que el que cubrió la vacante de jefe de Gobierno de la Ciudad de México para terminar el periodo inconcluso de Miguel Ángel Mancera recibió la solicitud, sino es que la instrucción del Gobierno entrante de iniciar una limpieza histórica.

La instrucción fue quitar las placas conmemorativas de la inauguración del Metro de la Ciudad de México, porque hacen referencia al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Además de la incongruencia de que un Gobierno que ha hecho tan poco por la ciudad como el actual se atreva a querer borrar de la memoria a los que algo hicieron por la capital, se cuelgan del uso de la brutal masacre de Estado de los estudiantes para iniciar un proceso de limpieza histórica.
Es una tentación autoritaria reescribir la historia que no se puede permitir el próximo Gobierno.

Una cosa es transparentar los crímenes de Estado y otra eliminar de la memoria colectiva nombres como el de Gustavo Díaz Ordaz. Porque mañana siguen el resto de sus personajes odiados, seguro.