No puede pasar desapercibida esa conversación pública que tuvieron el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, y el candidato a titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), Javier Jiménez Espriú, respecto a la confianza de los empresarios en el Gobierno que viene.

El diálogo fue en el marco de la presentación empresarial de sus conclusiones respecto a la viabilidad de mantener la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco.

El que podría ser titular de la SCT quiso arrinconar al presidente del CCE ante los medios de comunicación cuando le recordó que la prensa le preguntaba que en caso de que la decisión final del gobierno de Andrés Manuel López Obrador fuera construir el aeropuerto en Santa Lucía, si los empresarios seguirían invirtiendo en México.

Quizá la intención de este candidato a funcionario fue acorralar a Juan Pablo Castañón para que éste le respondiera sin chistar que ellos mantendrían sus inversiones en el país.

Pero no ocurrió. El experimentado dirigente empresarial le dijo sin perder la compostura que era una buena pregunta y que entendía que le interesara la respuesta, acto seguido soltó que eso dependía de ellos.

La frase del empresario fue lapidaria: siempre generando confianza, tendrán la inversión del sector privado.

El rostro de Jiménez Espriú se descompuso, y ya en otro tono soltó la pregunta sobre si no existía confianza todavía.

Estamos trabajando en ella, remató el líder de la cúpula empresarial.

Este episodio nos habla de una tensión totalmente innecesaria que ha generado el equipo entrante con absurdos como defender la inviable construcción de un aeropuerto alterno en la base aérea militar de Santa Lucía, cuando todos los estudios presentados hasta ahora concluyen que si bien imperfecta, la mejor alternativa es Texcoco.

A los que llegan a gobernar se les ve intransigentes y obstinados con lo que ellos quieren, el sentido común parece estorbar para su cuarta transformación. El proyecto de Riobóo para forzosamente construir el aeropuerto en Santa Lucía es un gran botón de muestra.

El discurso del Presidente electo de la bancarrota del país, de descalificación de todo lo que se ha hecho en dos generaciones, de insultos y desprecio ya dejan ver ese resultado: una necesidad de repensar por parte de los agentes económicos si es que pueden tener confianza en la administración que viene.

Porque a la par que un cercano al Presidente electo levanta la ceja y se molesta cuando los empresarios dejan en claro que la confianza se gana, el futuro mandatario mexicano insiste que ante sus ojos lo que hay es un país en bancarrota, una economía en crisis.

Si el próximo Jefe del Ejecutivo de este país está convencido de que nos encontramos en una condición tan adversa, es lógico que busca actuar de manera radical para recomponer las cosas a como él considere correcto.

Y esta actitud necesariamente pone a la defensiva a los agentes económicos que requieren de la confianza para arriesgar sus capitales.