Pasan los tiempos, pero no ha llegado la renovación política a México.
Del viejo Teléfono Rojo de la guerra fría, a cuyo intercambio de información y decisiones de las potencias debe su nombre esta columna, hemos anclado en 2018.

Y cuando estaba en riesgo un aliado, se operó para salvar a un viejo aliado de Andrés Manuel López Obrador, clave en el triunfo de Chiapas para los intereses del tabasqueño.

Y como Manuel Velasco Coello es un niño caprichoso que juega con su estado y hoy soy gobernador y mañana no porque soy senador, pero al rato regreso de gobernador y luego me voy de senador, lo rescató López Obrador.

Ordenó restituirle el permiso negado para regresar al Palacio de Tuxtla Gutiérrez y allá va a sustituir a Willy Ochoa, a quien le encomendó sustituirlo unos días en el Gobierno del estado.

Y así México regresa a las viejas prácticas del priismo y los estados se administran como haciendas personales y todos contentos en esta regresiva cuarta transformación.

La baja de Joel Ortega

Unos se van y no aparecen los siguientes.

Por ejemplo:
La idea era llevar a Héctor Vasconcelos a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para el próximo sexenio, pero prefirió su escaño en el Senado de la República y cambió el panorama.

En su lugar opera Marcelo Ebrard, un protagonista de gran oficio, ascendencia en la Casa Blanca y otras residencias oficiales e influencia con Andrés Manuel López Obrador.

Luego renunció Tatiana Clouthier a la Subsecretaría de Participación Ciudadana, Democracia Participativa y Organizaciones Civiles de la Secretaría de Gobernación (Segob).

También prefirió la diputación federal so pretexto –los informes hablan de diferencias con el mismísimo López Obrador por haber criticado el nombramiento de Manuel Bartlett en la Comisión Federal de Electricidad (CFE)- mientras crecen sus hijos.
En su lugar fue designada, y todavía no ha llegado porque tal vez anda en busca de energía cósmica –su especialidad- la panista Diana Álvarez Maury sin mostrar interés por su cargo.

Pues siguen los cambios.

En pos del politécnico

Está por anunciarse la salida de Joel Ortega Cuevas.
Ya lo comunicó a quien debe.

O sea, ya saben quién.

Analizan la situación, pero puede ser favorable para el futuro Presidente de la República porque le abriría un espacio no considerado hasta ahora en todo el esquema de su sexenio.

Ortega Cuevas era predesignado para el Instituto Nacional de Migración (INM en el pasado, Inami en el presente), responsable de regular el flujo de extranjeros a México.

Con una prioridad: los derechos humanos.

Eso y controles para evitar la invasión de Estados Unidos por extranjeros, en especial provenientes del sur y de América Central porque son, dicho de Donald Trump, son violadores y asesinos.

Pero, recordemos, Ortega Cuevas es un egresado de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y su deseo es ser director de este pilar de la educación mexicana.

Es casi seguro: se irá y atrás quedarán el New’s Divine, los falsos dictámenes de la Línea 12 del Metro, su choque con Marcelo Ebrard… Todo su cuestionable pasado.

El viaje de la cuarta transformación apenas comienza con pasajeros disímbolos.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.