Una multinacional obligada a extenderse geográficamente, asumido que en sus propias fronteras ha topado con el límite. Una multinacional llamada futbol europeo.

Porque si se desean pagar traspasos y salarios que convierten la llegada de un jugador en asunto de 500 millones de dólares, si se pretenden planteles que incluyan a quince estelares, si se persiguen mejoras faraónicas en cada estadio, entonces de algún sitio ha de salir el dinero.

Está la televisión, tan generosa como indispensable para este crecimiento. Está la publicidad que siempre encuentra algo vendible según las posibilidades de cada marca. Están las nuevas tecnologías, sobre todo internet, que todavía no dejan lo que se aseguraba que para estas alturas ya iban a dejar. Y luego están muchas incógnitas.

El Real Madrid, por ejemplo, ha pospuesto la construcción de su parque temático en una isla del Golfo Pérsico (proyecto para el cual su escudo anularía la cruz de la corona, guiño al consumidor musulmán). Varios clubes interrumpieron su cotización en el mercado bursátil al notar que el resultado no era tan promisorio. Las pretemporadas, antaño semanas de aislamiento en alguna aldea montañosa, hoy son reality shows…, y van en este mismo sentido: los mercados emergentes del balón.

Estados Unidos a la cabeza, aunque también China y Japón son parte de esta tendencia, con la India pronta a integrarse al frenesí. La condición es que haya dinero y potencial de crecimiento, lo segundo garantizado por las curvas demográficas: en un país que supera los mil millones de habitantes, evangelizar bajo tus colores al 0.5 por ciento de la población implica un descomunal negocio.

Crecer, crecer, crecer, comprendiendo como competidores a todos: los demás equipos, las demás ligas, los demás deportes.
Llevar un partido de liga española a Estados Unidos es un acelerón directo contra la Liga Premier. Lo mismo el proyecto de crear en Norteamérica un torneo de filiales de los conjuntos de la primera división ibérica.

Así lo entendió la NFL al venir a México e ir a Londres. Así se guio la Fórmula 1 al cambiar sus circuitos tradicionales por Bahréin, Sochi, Singapur. Así el futbol italiano al colocar su Supercopa a Nueva York en 2003, a China en 2009, a Qatar en 2014. Así la Supercopa española que unos días atrás se disputó en Marruecos. Así la próxima Eurocopa a compartirse por doce naciones anfitrionas.

Guste o no, la tendencia es abarcar más territorio, involucrar a mayor cantidad de mercados, romper barreras culturales, todo por multiplicar dividendos.

¿Y los aficionados en ese barrio identificado con el equipo, involucrado con el estadio? Como cada vez será más común: víctimas colaterales –e, incluso, sacrificables– del crecimiento.

Cuando se asimiló que los jugadores no tengan vínculo afectivo con el club y que el dinero para comprarlos llegue de miles de kilómetros, es necesario asimilar que el club deje de jugar en casa.
Twitter/albertolati

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