Matías Almeyda, técnico de Chivas, se cansó de pregonar que el gigante había despertado, pues al parecer el sueño duró demasiado y Guadalajara se levantó del letargo demasiado tarde. Y es que sí, ganó el clásico tapatío, pero de nada le sirvió el gol de Marco Fabián para levantarse triunfador ante Atlas (en duelo pendiente), ya que tanto rojiblancos, como rojinegros estaban ya sin posibilidad de fiesta grande.
Más irrelevante no podía ser. Atlas fue un desastre en el torneo, tal como ha sido costumbre en los últimos años, en los que pelear por el título cada vez se ve más lejano, como si más de medio siglo de sequía no fueran suficientes.
Chivas nada más tiene nueve años sin dar una vuelta Olímpica en La Liga y va que vuela para la década. Por eso este año sus aficionados festejaron la Copa como si hubieran vuelto a la palestra cono el equipo más ganador de México, nada más alejado de la realidad.
Chivas y Atlas se enfrentaron por el orgullo de saber quién de los dos fue el menos malo. El golazo de Fabián lo dejó claro, de malo a malo, los rojinegros son peores, aunque Chivas no presume más allá de un triunfo irrelevante, que eso sí, le sirve para respirar algo en la lucha por algo a lo que últimamente está acostumbrado: la lucha por salir de la quema del descenso.