El tercer debate entre los candidatos presidenciales representa la última oportunidad que tiene Xóchitl Gálvez para avanzar en su carrera por la silla de Palacio Nacional.

 

La hidalguense llegará al encuentro del domingo precedida del apoyo de los ciudadanos que se concentrarán en la Plaza de la Constitución, lo que debería constituir una bocanada de oxígeno puro para su campaña.

 

Se espera que en por lo menos 20 ciudades se replique la concentración que se hará en la capital del país.

 

Como lo comentamos hace unos días, Gálvez corre el riesgo de que las concentraciones no sean tan numerosas como los organizadores esperan, lo que se traduciría como una falta de apoyo o, peor, como el reconocimiento de que se trata de una causa perdida.

 

Pero ya que asumió ese riesgo, la candidata de la oposición tiene la obligación de corresponder a quienes marcharán y se concentrarán para apuntalar sus aspiraciones.

 

Es el último debate; ya no tendrá tiempo para improvisaciones, ni para hacerse pelotas con las tarjetas.

 

No hay tiempo para las ocurrencias, por chistosas que parezcan, ni para los lamentos.

 

Gálvez tuvo el tiempo suficiente para preparar los temas del debate, entre los que destaca el de la inseguridad, que es lo que más preocupa a los mexicanos en este momento y en el que el gobierno de la 4T más ha quedado a deber.

 

Tiene que convencer a los posibles votantes de que la elección no está decidida, como quieren hacer creer del otro lado de la acera, pero para eso deberá ser concreta en sus propuestas, directa en los cuestionamientos y clara en sus definiciones ideológicas.

Después del domingo ya no habrá oportunidad para exponer en cadena nacional su propuesta de gobierno, para convencer a ese sector de la población que aún no ha decidido el sentido de su voto.

 

Y, aunque las campañas se acaban oficialmente el día 29 de este mes, luego del tercer debate presidencial se podría decir que se cerró el 90% del proceso electoral.

 

Es el último tren.

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Muchos ven hasta con sorpresa cómo es que el candidato presidencial de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, tiene aceptación entre los jóvenes.

 

La verdad es que no tiene mucha ciencia la explicación.

 

Álvarez Máynez se ha dedicado a acudir a las universidades (al final de la campaña habrá estado en 50), en donde el público objetivo está cautivo.

 

Es decir, no es que la simpatía del candidato los convoque, sino que los jóvenes ya están ahí por lo que el partido no tiene que invertir en convocatorias, ni en rentas de equipos ni traslados, porque todo lo pone la universidad que visita.

 

Para medir el grado de aceptación del candidato naranja, tendría que salir a las calles, convocar a los jóvenes a mítines en plazas públicas o en auditorios de más de mil personas.

 

Entonces se vería si realmente tiene el “jale’’ que dice tener, pero ya no habrá tiempo para verlo.

 

A ver si para el 2030, si todavía sobrevive el sistema democrático de elección.

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En Yucatán panistas y priistas, algunos con reconocida trayectoria política, se están sumando de forma abierta y privada al candidato de Morena a la gubernatura Joaquín Díaz Mena conocido como “Huacho”.

Los panistas -que en esta ocasión se asociaron con el PRI para abanderar a Renán Barrera Concha-, aseguran que puntean las encuestas, pero en las calles se percibe otro ambiente, sobre todo porque Díaz Mena puede presumir el apoyo de Claudia Sheinbaum.

 

A ver.

 

      @adriantrejo