La popularidad del presidente de Ecuador, Daniel Noboa, se desplomaba en pleno proceso de buscar la reelección y, entonces, el asalto violento que ordenó a la embajada de México en Quito le dio un nuevo impulso con esa bandera de combate a la corrupción.

Usar a un país soberano como México, por lo que haya sido, es una vileza que viola el derecho internacional y que claramente se tiene que resolver en instancias internacionales porque afectó a todo un Estado, más allá del gobierno temporal que hoy tenga México.

Hay coincidencia casi generalizada que la acción del gobierno de Noboa fue desproporcionada, hasta llegar al delito internacional. Pero, ¿desproporcionada ante qué?

Evidentemente ante un intervencionismo del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Claro, no ha violado las reglas internacionales, pero vaya que en su posición de jefe de un grupo político local mexicano se ha buscado pleito con muchos gobiernos extranjeros con una motivación electorera interna.

Es muy larga la lista de diferendos internacionales que ha provocado López Obrador para alimentar su discurso populista que tanto gusta a sus seguidores.

Si López Obrador dijo con ese descaro brutal que la pandemia de Covid-19, que mató a cientos de miles de mexicanos, le cayó como anillo al dedo, claramente este conflicto internacional con Ecuador también nutre un discurso nacionalista necesario para desviar la atención de los errores de su gobierno que ahora se escrutan en las campañas.

Solo que, con todo respeto, Ecuador le queda muy chico para sus planes de buscar al “masiorare un extraño enemigo” que marcan los preceptos básicos de la propaganda.

Por eso ahora, el propio López Obrador y sus voceros repiten que eso, de invadir una sede diplomática soberana, no lo hace un gobierno como el de Ecuador si no se siente respaldado de otras potencias, entonces se acercan a la definición del enemigo poderoso que todo populista necesita en su discurso.

El país sudamericano de menos de 20 millones de habitantes no compite con el enemigo tradicional de los autócratas del continente. Así que, López Obrador sube al ring a Estados Unidos, y de paso a Canadá, a quienes señala de tibios, indefinidos y ambiguos en su condena a lo que fue una clara violación de la soberanía mexicana.

No aceptará su propia tibieza y ambigüedad en su pobre condena a Rusia tras invadir a Ucrania, pero de esta forma tiene una salida para no tener que hablar de cómo el común denominador de, por ejemplo, las preguntas del debate presidencial fue el dolor y la desesperación de la sociedad por falta de medicinas, atención médica y seguridad social.

No contaba con que Estados Unidos no mordería el anzuelo y de inmediato salió a condenar, nuevamente, pero con más energía la violenta incursión de la policía ecuatoriana en la soberana sede diplomática mexicana.

Seguro que Ecuador recibirá sanciones, sobre todo del bloque de países afines a las formas políticas del régimen mexicano, tiene que haber repercusiones internacionales ejemplares para evitar que la impunidad genere ejemplo.

Pero Noboa ya ganó la atención y popularidad interna que buscaba. Ese es el peligro de los gobiernos con tendencias autocráticas, de derecha y de izquierda, que buscan conseguir sus fines sin importar las consecuencias.

 

     @campossuarez