Guerrero es la expresión plena de un Estado fallido.
La presencia de la gobernadora Evelyn Salgado es simbólica, como diría Fidel Velázquez, “no sirve para sacar un perro de una milpa’’; las instituciones están rotas y el tejido social, en algunas partes del estado, no está rasgado, está deshilachado.
Luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador revelara que uno de los tres policías que participó en el asesinato del normalista Yanqui Kothan Gómez Peralta, se había fugado, comenzó un cruce de acusaciones entre la Fiscalía General del Estado y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana guerrerense.
La FGEG acusó que los presuntos responsables “nunca fueron puestos a disposición’’ en tanto que la SSPC se trató de deslindar de su responsabilidad respondiendo que sus elementos rindieron su declaración el mismo viernes, pero que era la Fiscalía la encargada de solicitar las órdenes de aprehensión.
Lo anterior solo pone en evidencia el desastre que es el Gobierno estatal y que se replica en los gobiernos municipales de las principales ciudades, comenzando con la capital Chilpancingo, el puerto de Acapulco, Taxco, Iguala y Zihuatanejo, por citar las más importantes.
El asesinato será el pretexto perfecto para hacer estallar la bomba en la que se ha convertido el estado, a menos que se detenga, y pronto, al autor material del homicidio.
Los normalistas no quieren justicia, quieren venganza, desde hace años, y como no hay un gobierno que resuelva o imponga la ley, el estado es ingobernable.
Pobres de sus ciudadanos.
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Nada bien cayó en la Secretaría de Relaciones Exteriores el activismo, en Nueva York, de la exsubsecretaria de Asuntos Multilaterales, Martha Delgado.
La exfuncionaria se placeó, literalmente, el fin de semana pasado durante la celebración de la Sesión 68 de la Commission On The Status of Women (Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer) de las Naciones Unidas.
Delgado utilizó el evento para la autopromoción; se tomó fotografías con Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz en el 2014, y con Stella Jo, directora de la International Women’s Peace Group, que luego presumió en sus redes sociales.
Delgado fue la mano derecha de Marcelo Ebrard en la Cancillería y su coordinadora de campaña (lo que eso signifique) en la competencia interna por la candidatura presidencial.
En la Cancillería, Ebrard le asignó el encargo de negociar con los fabricantes chinos uniformes y cubrebocas para el personal médico nacional, en el pico de la pandemia.
Llegaron los uniformes y los cubrebocas pero fueron tan de mala calidad, que enfermeros y doctores terminaron desechándolos.
(Por cierto, poco y nada se sabe de los costos que pagó el Gobierno mexicano por esos inútiles insumos ni por las vacunas contra el Covid-19).
Delgado hasta se dio tiempo de tomarse un café en el nada austero ni barato restaurante Balthazar con Héctor Vasconcelos, el desorientado representante de México ante la ONU.
Vasconcelos no estuvo ni una hora en la inauguración del 68CSW, al que acuden más de 15,000 mujeres de todo el mundo, porque prefirió el café con Delgado.
La pregunta es si la exsubsecretaria anda en busca de alianzas para su jefe, que le tira a ser el próximo embajador de México ante Estados Unidos, o si es autopromoción aprovechando los contactos que hizo desde la Cancillería.
Porque ni modo que siga utilizando el logo de la SRE para “firmar acuerdos y convenios’’, ¿verdad?
¿Verdad que no?
@adriantrejo