La COP 28 ha concluido con un acuerdo histórico. Por primera vez, se contempla la posibilidad de abandonar los combustibles fósiles, marcando un hito en las negociaciones climáticas que durante décadas evitaban abordar directamente este tema.

Aunque el acuerdo representa un progreso, la falta de compromisos firmes en la reducción de emisiones, la ausencia de financiación clara y la ambigüedad en torno a los combustibles de transición generan dudas sobre la viabilidad de esta decisión.

En ese contexto y con la atención puesta en la persistente brecha de financiamiento global, se estima que alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 requerirá entre $5-7 billones anuales. Sin embargo, no basta con asegurar el capital necesario; es crucial dirigir estratégicamente las inversiones a largo plazo hacia metas ambiciosas, coordinando respuestas intersectoriales y estableciendo una sólida estrategia industrial.

En este escenario, el Reino Unido ha destacado por un plan que posiciona a las industrias verdes como motores de crecimiento a largo plazo, apuntando a su capacidad para desencadenar un efecto multiplicador. Este enfoque implica que las inversiones iniciales, al atraer capital privado, generen repercusiones positivas que amplifiquen su impacto en el PIB, haciendo de la colaboración entre el sector público y privado esencial.

No obstante, abandonar los combustibles fósiles implica romper drásticamente con más del 80% de nuestra energía primaria proveniente de gas, carbón y petróleo. Esta transición presenta desafíos geográficos significativos, ya que regiones como Oriente Medio dependen en un 99% de los fósiles, mientras que en América Latina representan el 60% y en Europa alrededor del 70%.

De modo que si bien el aumento de las energías renovables es alentador, no es suficiente para sustituir los fósiles. La electrificación de la demanda final y la exploración de elementos como el hidrógeno son claves para convertir la electricidad renovable en formas utilizables por la industria y el transporte pesado.

En ese marco, la preocupación del Banco de Pagos Internacionales por los riesgos sistémicos del cambio climático, denominados “cisnes verdes”, no es infundada. Los eventos climáticos ya están afectando la economía mundial. Pero, ¿es posible un cambio tan drástico en poco tiempo? Técnicamente sí, como indican diversos escenarios, pero se requieren acciones concretas. El ahorro energético, cambios de comportamiento, circularidad y políticas incentivadoras son fundamentales.

En tales circunstancias, la urgencia de abordar estos riesgos climáticos es crucial para evitar una crisis financiera sistémica. Abandonar los combustibles fósiles es posible, pero va más allá de declaraciones históricas. Se necesita realismo, innovación, comprensión de la diversidad de situaciones y políticas que incentiven acciones concretas. Por lo que la pregunta no es si podemos permitirnos implementar tales políticas, más bien es si podemos permitirnos no hacerlo.

 

Consultor y profesor universitario

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