En el contexto laboral mexicano, los datos revelados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, correspondientes al tercer trimestre de 2023, proporcionan una perspectiva cruda sobre la prevalencia de la informalidad en el país.

La cantidad total de personas en diversas modalidades de empleo informal alcanzó los 32.6 millones de personas, representando el 55.1% de la población ocupada. Este dato no sólo refleja un aumento de 680 mil personas en comparación con el mismo periodo de 2022, sino que también deja ver las complejidades de un fenómeno que trasciende lo económico.

La informalidad se configura a través de una red de factores complejos. Sin embargo, abordar esta situación va más allá de modificar la legislación, incrementar la fiscalización o proporcionar incentivos fiscales. Es esencial establecer una correlación que promueva a largo plazo la formalidad y garantice su sostenibilidad.

La baja productividad, la competencia desleal y la distorsión en la expansión económica son sólo algunas de las complicaciones que enfrenta México debido a esta realidad. A nivel estatal, por ejemplo, las repercusiones son igualmente desalentadoras, ya que la seguridad social se ve socavada y los ingresos tributarios experimentan una notoria disminución. Esto lleva a que los gobiernos se vean obligados a implementar medidas extraordinarias para respaldar a los trabajadores excluidos de las redes de seguridad y previsión social.

No obstante, no sólo se trata de la pérdida en términos de recaudación, sino también de la reducción de carencias. La oferta de la formalidad no resulta atractiva en comparación con los altos costos que esta implica.

Por lo que debe ser un entorno progresivo y de transición lo que la incentive de manera efectiva, mas no sólo desde una perspectiva tributaria o recaudatoria, sino también atractiva para satisfacer carencias mediante la posibilidad de acceder a otros beneficios de la economía.

La informalidad se presenta como un indicador clave que evalúa la salud del mercado laboral y expone las fisuras estructurales en las economías en desarrollo. La conversación sobre las motivaciones que llevan a participar en ella abarca desde los costos internos hasta la decisión consciente de algunas empresas de evitar formalizarse.

Para abordar este fenómeno de manera efectiva, las políticas deben ir más allá de soluciones superficiales y abordar el estrés financiero que conlleva la informalidad. Sin embargo, reducirla sin aumentar el desempleo implica un delicado acto de equilibrio.

En ese sentido, el reto consiste en encontrar soluciones que no sólo fomenten la formalización, sino que también mejoren las condiciones de competitividad tanto para las micro, pequeñas y medianas empresas.

 

Consultor y profesor universitario

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