El populismo, ya sea de izquierda o de derecha, confesional o no, ha ido ganando terreno, al tiempo que establece una serie de medidas controvertidas donde el hartazgo no sólo orienta el voto, sino que parece ser el punto de arranque para el trazo de estrategias en materia económica.

A primera vista se podría pensar que los costos del populismo afectan únicamente a los inversionistas y benefician a los trabajadores. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.

Desde una perspectiva económica, este fenómeno ha dejado una marca, donde se han observado ciertas cuestiones como el hecho de que este modelo reduce tanto la actividad general como los salarios reales. Esto, debido a que los empresarios invierten selectivamente buscando retornos rápidos para compensar el alto riesgo; lo cual usualmente resulta en salarios más bajos.

La paradoja es clara: el intento de forzar aumentos salariales conduce al desempleo. La gente, sin embargo, parece no darse cuenta de que atacar la inversión provoca más desempleo y salarios más bajos. Cabe tan sólo mencionar que, según la OIT, actualmente la tasa de desempleo en países de Latinoamérica y el Caribe es de 6.7, mientras que de América del Norte del 4.0.

En este marco, el estudio “Populist leaders and the Economy”, revela que más del 25% de las naciones en la actualidad están bajo el gobierno de líderes populistas, mismos que han experimentado, tras un período de auge, resultados económicos deficientes, que se manifiestan principalmente a través de una notable disminución del PIB real, inflación, déficits fiscales insostenibles, colapso crediticio, suspensión de financiamiento externo y moratoria en la deuda pública.

A su vez, se muestra, mediante un análisis de proyección, que el populismo tiene un alto costo económico: se estima que después de 15 años, el PIB per cápita es 10% más bajo comparado con un posible escenario no populista.

En este contexto, también se advierte que la deuda mundial se ha disparado, alcanzando niveles preocupantes. El aumento del endeudamiento público podría intensificarse si el populismo gana terreno, advierte el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF). Concretamente, la deuda mundial subió a la cifra récord de 307.4 billones de dólares en el tercer trimestre, y se estima que alcanzará los 310 billones de dólares a finales de año, lo que supone un aumento de más de 25% en cinco años.

Esta carga de deuda, combinada con la disminución de la inversión, crea un cóctel peligroso que amenaza el crecimiento, aumenta la inflación y deja a los gobiernos con problemas fiscales.

Por lo que a medida que los indicadores macroeconómicos se deterioran, no cabe duda que el populismo es un juego peligroso que pone en riesgo el futuro de la población. La necesidad de una reflexión racional y una comprensión profunda de las consecuencias económicas debería guiar las decisiones políticas, evitando caer en un círculo vicioso de tensiones entre líderes y el capital privado.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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