Cassandro (2023), un drama biográfico basado en la vida del luchador exótico nacido en El Paso, Texas.
Credit: Amazon Prime Video Credit: Amazon Prime Video

I

Roger Ross Williams se estrenó mundialmente como director de ficción en el Festival de Cine de Sundance de 2023 de la mano de Cassandro, un drama biográfico basado en la vida del luchador exótico nacido en El Paso, Texas. Y, al tratarse de una cinta original de Amazon Studios, se unió al catálogo de Amazon Prime Video el pasado mes de septiembre. 

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II

La cinta comienza sin demasiado preámbulo entre escenarios apenas dotados de luces de colores enceguecedores y brillosos. Se superpone en la oscuridad Saúl (Gael García Bernal), quien pronto ha de vestirse la máscara para pasar a llamarse El Topo y así salir a luchar con un tipo que triplica su tamaño. Esperamos, sin esperanza de otra cosa, que apenas sobreviva. Lo vemos volver luego en su derrota nocturna para cobrar su comisión y salir, entre inconformidad y duda, a cruzar la frontera de vuelta a su casa. Se asoma al cuarto de su madre y, al verla dormir, cierra la puerta con calma.

Tiempo después, cuando en un encuentro que se sostiene frágilmente en la casualidad, conoce a quien ha de convertirse en su amiga y entrenadora, Sabrina (Roberta Colindrez), mejor conocida como Lady Anarquía. Así, tras una serie de entrenamientos intensos, ella misma le siembra la idea de convertirse en un exótico, idea que Saúl rehúye en un principio para luego abrazar con total beneplácito. 

Apenas una pelea presentándose como Cassandro le bastó para ganarse lo más relevante dentro de la Lucha Libre: al público. Importaba poco haber perdido nuevamente: la esperanza se asomaba ya por entre las cuerdas del cuadrilátero. El resto, literalmente, es historia.

III

El descubrimiento. Ese fenómeno incomprensible desde las primeras infancias hasta los últimos respiros. Que si fuera tan sencillo no habría obras tratando de entenderlo. Y hay que añadir al descubrimiento algún sustantivo extra para que cobre más sentido, encima de todo. Acá, un personaje que creció entre el abandono del padre y el cobijo de la madre, novelesco, cariñoso, comprensivo. El sostén de una decepcionante ruptura de la figura paterna. La primera caída no fue ganada.

Es entre atmósferas que aluden a la excentricidad y el estruendo que se logra sumergir –figurativa y literalmente– la existencia hasta una desaparición de ese yo que no ha logrado ganar impulso, aunque siempre parezca estar a punto. Saúl extingue a El Topo y abre paso entre brillos y vestuarios confeccionados por él mismo a Cassandro, ese otro yo que se va labrando su camino paralelamente. La opresión y la falta de aire dando paso a la libertad y una vida que siempre ha querido ser vivida.

Aunque excesiva la representación del folclor de la mexicanidad que parece no reconocer más allá de mentadas de madre, repetitivos cortes que enfocan gritos efusivos impulsados por las cervezas bebidas y chiflidos, el escenario consigue no ahogarse en su intento por demostrar la identidad. Esto son las luchas libres, parecen contarnos. Como si no quisieran los espectadores observar más. Aunado a esto, un García Bernal que, aunque en su personaje resiste comentarios peyorativos y comentarios homofóbicos entre broma-y-neta cuando se encuentra luchando, se palpa maniquea la homosexualidad de Saúl; es decir, no hay naturalidad en las acciones, y aunque esto no responda a las deficiencias actorales de el intérprete, sí a su identidad propia y esa testaruda visión de los directores empecinados en convertir a los actores cis-hetero en homosexuales en lugar de, claro, castear a un actor abiertamente gay.

IV

La excentricidad logra colapsar, en cierto modo, la memoria. Se pierde para ganar — o al menos se intenta. Brota de algún lado la duda de lo que significa el éxito o qué se ganaría con alcanzarlo. Quizás, pese a las incongruencias y cierta caricaturización, intentan comunicarnos que la felicidad es eso que existe a través de la libertad, lo que otorga la identidad erigida durante años. Nada logra desaparecer por completo y la culminación no escapa a esos lugares comunes. No lo intenta siquiera. Lo de romper esquemas o quebrarlo todo se difumina entre escenas forzadas (dígase el beso que se da Bernal con el personaje de Benito Ocasio), el peso mayúsculo de lo que ya no está y espacios que se sienten vacíos por la inacción y la falta de esencia. Que aunque Saúl abra paso a su libertad, se diluye entre pasillos abarrotados que oprimen y no sólo no conmueven, sino que vuelven efímero lo inolvidable.