Los buenos datos de la industria de la construcción hasta junio pasado dan la esperanza de que en México se pueda empezar a reparar lo que literalmente se está cayendo a pedazos, como el aeropuerto de la Ciudad de México, y que se pueda remontar todo el rezago en construcción de infraestructura que lleva un lustro pendiente.

De acuerdo con el Inegi, el valor generado por la industria de la construcción durante el sexto mes del año implicó un avance del 6.7% en comparación con mayo pasado y en términos anuales el incremento es del 27.8%.

Finalmente se recuperaron los niveles prepandemia, pero todavía está lejos de los niveles que tenía en 2018 cuando López Obrador decidió cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México y con ello tiró la confianza y derrumbó al sector de la construcción.

Los números del Inegi hablan de un aumento de la productividad, del personal ocupado y de las remuneraciones. Hay evidencias de un dominio de las empresas privadas en este sector, con el 60% del valor de la producción hasta junio pasado.

La vocación privada se concentra en la edificación sobre todo de vivienda e infraestructura industrial y comercial, mientras que la inversión pública se destina a la construcción de obras llamadas de ingeniería civil.

Es aquí donde hay volumen, pero no calidad de obras públicas en función de su aporte para la expansión económica.

Obviamente, las obras faraónicas del Presidente concentran la mayor parte del valor de la inversión pública, entre la refinería cara e incompleta en Tabasco y el devastador tren de la selva maya concentran el 58% de todo el valor de la inversión en infraestructura del gobierno.

Pero empiezan a aparecer las típicas sorpresas de los tiempos electorales.

Durante todo lo que va del régimen actual está claro que a las carreteras a cargo de Caminos y Puentes Federales (Capufe) les han dado el mínimo mantenimiento posible, los recursos captados por el peaje evidentemente se han desviado a otros rubros de gasto.

Pero como ya arranca el proceso electoral en diez días más ahora sí aumenta el presupuesto para atender estas carreteras y autopistas de Capufe que han vivido en el abandono. Carreteras, caminos y puentes ya logró llevarse el 14% del valor de la inversión pública en construcción en junio pasado.

También estados y municipios, y ni hablar de la Ciudad de México, empiezan a usar los recursos públicos para dar mantenimiento urbano y hacer obras de relumbrón con miras a agradar a los electores.

Eso sí, en lo que no se ve, no se invierte. Por ejemplo, dentro del rubro de Petróleo y Petroquímica está Dos Bocas, a donde se destina la mayor cantidad de recursos públicos en infraestructura, pero en lo que tiene que ver con otros trabajos auxiliares para petróleo y petroquímica, la inversión es cero.

Como sea, la buena noticia es que con la participación de la iniciativa privada la industria de la construcción ha encontrado un segundo aire tras muchos años en recesión. Inicia un proceso de recuperación que ojalá se mantenga con ese dinamismo por su importancia como detonante de otras actividades económicas y por su uso intensivo de mano de obra.

 

     @campossuarez