Hector-Zagal
 

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

Hace unos días escuché a un partido político hablar sobre “el derecho a la alegría”. La verdad me llamó la atención y hoy, aprovechando que se celebra el Día Mundial de la Alegría, quiero hablarles sobre la alegría desde el punto de vista filosófico.

Para Aristóteles, la alegría es una emoción que se distingue de la felicidad. De este modo, es posible estar alegre, pero no ser feliz. ¿Cómo? Para el filósofo griego, la felicidad, el resultado de un estilo de vida, la consecuencia de una estrategia de vida; la felicidad es el estado óptimo de nuestra existencia.

Los hombres y los animales sentimos emociones e impulsos instintivos. Sin embargo, a diferencia de los animales, los seres humanos somos capaces de moderar tales emociones e impulsos.

Las emociones e impulsos de los animales y de los seres humanos conducen la supervivencia del individuo y de la especie: comer, reproducirse, huir de los depredadores. Pero el ser humano, es capaz de racionalizar tales impulsos y emociones, es decir, es capaz de apropiarse de ellas y controlarlas relativamente.

Pensemos, por ejemplo, en una inyección. Las agujas dan miedo y las inyecciones duelen. Cuando vacunamos a un perro, hay que controlarlo. El animal es incapaz de enfrentar por sí solo el dolor de la inyección y aceptarlo voluntariamente. Los seres humanos, en cambio, pensamos en términos de horizonte de futuro: el dolor de la inyección reditúa en un bien a mediano plazo, a saber la salud. Por tanto, “nos aguantamos”: controlamos nuestro miedo.

Muchas emociones son volátiles y dependen en buena medida de factores externos o corporales, por lo que, si no las controlamos, pueden jugar en nuestra contra. Pero entonces, ¿cómo deben controlarse?

Para Aristóteles, hay muchos aspectos de nuestra vida que no dependen de nosotros. No depende de nosotros el lugar donde nacimos, la familia de la que descendemos, muchos aspectos de nuestra corporeidad. Pero sí depende de nosotros el modo como interpretamos el mundo y como aprendemos a moderar nuestras emociones. Por ello hay que concentrarnos en lo que sí está en nuestras manos, para luego sacarle el mejor partido a aquello que no lo está.

Esa estrategia es lo que después nos llevará a ser felices, entendida esta como un estado de equilibrio, como una vida armónica.
Sin embargo, no basta saber el camino a la felicidad para ser felices; hace falta ejecución y decisión. Para ser feliz, uno debe decidir serlo, uno debe actuar, y eso solo se consigue cuando alineamos nuestras emociones e impulsos básicos al ideal de vida que queremos, lo que es lo mismo a ser virtuoso.

El individuo virtuoso siente lo que debe sentir y apetece lo que debe apetecer en su justa medida y en el momento oportuno. Fíjense bien que se trata de un tema de moderación, no de represión. El individuo virtuoso no elimina sus pasiones, sino que las controla.

Y por eso la alegría es una emoción que se debe sentir en su justa medida, sin caer en el exceso ni en el defecto. Saber controlarla es parte de la estrategia que nos llevará después a ser felices. En buena media, la felicidad consiste en aprender a maximizar la alegría y el placer y eso no se consigue espontáneamente, sino que es el resultado de la apropiación racional de nuestros sentimientos y emociones.

¿Qué cosas les provocan alegría?, ¿Tienen una estrategia de vida para a ser felices?

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana